Hay ocasiones en las que uno se siente frente al computador
y no sabe por dónde comenzar a escribir, pero hay otras veces en las que la
necesidad de escribir es tan fuerte que los pensamientos fluyen más rápido que
los dedos al teclear. Hoy estoy en esas. Tengo el deseo tremendo de escribir. Y
esa es una de las cosas sencillas que me producen satisfacción. En esta semana
estuve ausente y hoy finalmente estoy cansado porque me tuve que levantar muy
temprano y porque tuve clases de la maestría, estaba viniendo a mi casa casi a
las 10 de la noche, completamente rendido. No obstante, pasaron 2
acontecimientos muy importantes de los cuáles quisiera compartir. El primero de
ellos fue el martes. Pasé el día normalmente, con mil cosas en el trabajo. En la noche sin embargo, recibí un mensaje en
el Messenger de la BlackBerry, donde me pedían que fuera a tomar café porque “necesitaban
hablar”. A pesar de estar a la mitad de la clase de la maestría, hable con el
doctor que me era preciso salir antes de que acabara la clase y llegó Carlos
por mí. Habría sido una conversación normal, a no ser porque dentro de ella, él
me contó muchas cosas que le estaban atormentando y al final me pregunté si más
de la mitad de eso no era solo producto de su autoflagelación. Hubo un momento
en el que le dije que tenía que dejar de pensar en lo que los demás decían o de
buscar la aprobación del resto de las personas y que tenía que pensar en sí
mismo. Y es que es imposible tener relaciones sanas y duraderas con otros, si
previamente no la tenemos con nosotros mismos. Esa noche reflexioné mucho sobre
cómo la felicidad y la plenitud a veces se nos escapa de las manos porque
tratamos de quedar bien con mucha gente sin antes quedar bien con nosotros
mismos. Eso no significa ser egocéntrico. No. Solo es ordenar las cosas como
deben ser. Si la regla de oro dice que debo amar a los demás como me amo a mí
mismo y no me amo, entonces es difícil cumplir esa norma moral. El principio de
una convivencia sana y agradable es aceptarte a vos mismo. Tolerarte, quererte,
mimarte. Sin llegar a los extremos, claro es, porque todo extremo es
catastrófico. Al final de cuentas hablamos largo rato y lo que le recalqué a él
fue: piense por un momento en función de usted mismo y no de lo que “piensa que
debe hacer” y busque en su corazón la respuesta a sus preguntas. Sé que él va a
encontrar respuestas sorprendentes si se oye a sí mismo. Una de las mejores
fórmulas para tener una vida plena es tener una plena aceptación de vos mismo.
Reconocer que somos perfectibles sí, pero valorarnos por nuestra esencia… La
segunda situación pasó el miércoles, en la clase de la maestría. El doctor que
nos estaba impartiendo este módulo nos dio unos documentos a inicio de semana
para que los leyéramos y los comentáramos en clase con un análisis comparativo
de la legislación nacional y de otras que conociéramos. Fue muy enriquecedor el
ejercicio porque no era una clase magistral sino una conversación entre todos
los estudiantes. Sin embargo, cuando le preguntó a una compañera sobre el
documento que a ella le tocaba leer, esta abrió el folder y comenzó a recitar
lo que estaba escrito. No estaba aportando nada. Entonces el doctor le dice que
haga lo que los otros habíamos hecho, es decir, explicarle al resto nuestro
análisis del documento. Y ella le respondió que como era una “procesalista”
tenía mucho trabajo y que no le había dado tiempo de leer. En ese momento se
oyó un barullo en la clase y el mismo catedrático mostró una expresión de
desconcierto. Todos los que asistimos a la maestría trabajamos. Todos tenemos
miles de actividades diarias. Y todos, a excepción de ella, leímos nuestros
documentos e hicimos el tiempo para compararlo con la ley nacional y expusimos.
Ese incidente me hizo reflexionar sobre las excusas y su poder destructivo.
Ella, al decir lo que dijo quizá trató de justificar una irresponsabilidad de
un profesional no debería permitirse, pero más allá de eso, no solo quedó mal
con el doctor, también con nosotros, porque el resto nos preguntamos por qué sí
habíamos podido hacerlo a pesar de tener trabajos tan demandantes como el de
ella. Lo desafortunado es que al tratar de evadir las consecuencias de nuestras
irresponsabilidades, muchas veces decimos cosas que nos hacen quedar peor. Ese
fue el caso de ella. Para lograr la plenitud es necesario asumir los deberes
con la responsabilidad que ameritan. Esos detalles mínimos hablan de nosotros y
nos suman o restan credibilidad. No sé si al final ella recapacitó sobre el
asunto. Lo cierto del caso es que en lo sucesivo no quiero dar excusas por mis
irresponsabilidades. Es mejor afrontar las cosas. Ser íntegro exige eso. Y como
dice mi amigo Freddy: auuuuu!!!!
Luego de leer los libros "Objetivo Felicidad" y "Pequeño Cerdo Capitalista" se me ocurrió que podría seguir el consejo de las autoras de esos libros (Gretchen Rubin y Sofía Macías, respectivamente) en relación a tomar la decisión de un proyecto personal, que también me gustaría compartir con vos y que pudiéramos crecer juntos para mejorar nuestras vidas. El objetivo de este blog es interactuar, y hacer de la plenitud: nuestro proyecto 2012.
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