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martes, 28 de agosto de 2012

Día 70: Amor, Dieta y Tarta de Chocolate...

Hace 3 días comencé a leer el libro que lleva el mismo título de esta entrada. Fue escrito por el francés Mikael Ollivier. Es básicamente un libro pequeño, una historia para muchachos. Cuenta cómo un adolescente obeso, cuyos padres son divorciados, se enamora de una chica hermosa en el colegio y de las peripecias que pasa cuando le confiesa su amor. Finalmente el libro termina con un beso bellamente descrito entre Benjamín (el personaje principal) y Claire, la jovencita que le roba los sueños. No soy crítico literario, por lo que no pretendo afirmar si el libro es bueno o no. Sin embargo, agradezco a Marlon Estuardo por habérmelo prestado. El punto es que con la narración de ese libro, en un lenguaje ameno, sencillo y alejado de formalismos, rememoré muchos episodios de mi infancia y adolescencia, y creo que ahí es justamente donde radica la magia del libro. En la historia se menciona cómo los gordos, desde la temprana adolescencia nos damos cuenta de que somos blanco fácil de otros para las burlas, y de que existe un complejo (que aunque no se asuma ni se acepte) nos aleja de las relaciones sociales y afectivas fuertes. Nos gusta ser bromistas, sociables y hasta amables, pero en el fondo no estamos contentos con nuestro cuerpo. Ese asunto es delicado, ya que cuando muchos estamos en la etapa de crecimiento tanto físico como emocional, el tener un problema de esta naturaleza puede representar muchos sinsabores en la vida adulta. Lo agradable de la narración es que a pesar de todo lo que el personaje pasa y de los conflictos que tiene por su sobre peso, además de que durante mucho tiempo considera que Claire no le hace caso por ser obeso, existe en él y en su tío (quien también cuenta que fue gordo desde pequeño) la convicción de que la vida es una serie de decisiones y que todas las que tomamos a cada instante siempre traen consecuencias en el futuro. Si se toman buenas decisiones ahora se tienen buenas consecuencias con el paso del tiempo, si se toman malas decisiones hoy, habrá resultados malos después. En una conversación que Benjamín tiene con el nutricionista, luego de que este le inquiere por qué ha hecho trampa y no ha seguido la dieta estrictamente, aquel  le dice unas palabras muy esclarecedoras: “Yo tengo quince años y no me paso el día pensando que me voy a hacer mayor y que, por tanto lo que me ocurre no es nada grave! Tengo quince años y estoy vivo! La infancia, la adolescencia, es lo único que conozco, no es un recuerdo, es mi realidad! Para usted la vida real es la edad que tiene, es la edad adulta! Para mí, la verdadera vida es esta…” Creo que con esas palabras, el autor llamó mi atención sobre algo que me ha pasado con mi sobrina adolescente: pensar que ella debe actuar como yo actúo en mi edad actual y que su visión de la vida debería ser como la mía y si no, ver a través de mis ojos. Pero los adolescentes ni actúan como adultos, ni tienen por qué ver la vida como la vemos los adultos. Eso no significa que debamos dejarlos a la deriva sin una guía, no. Significa que debemos comprender que sus problemas y entusiasmo son reales y son su mundo (aunque nos parezcan insignificantes o sin mayor contenido a nosotros los adultos). Al final de cuentas nosotros también fuimos adolescentes y sentimos y vivimos igual. En épocas y circunstancias distintas, tal vez, pero con los mismos problemas, inquietudes e inseguridades. Ser adolescente, y además ser gordo, o feo (según los cánones convencionales), o pobre, o gay, o muy estudioso, o con capacidades especiales, es todo un reto. Los adultos estamos llamados a ser soporte emocional y no acusadores ni verdugos de ilusiones. Este pequeño libro me abrió los ojos. Los adolescentes no son adultos en formación. Son adolescentes! Y esa etapa de la vida merece tanto respeto y cariño como cualquier otra. Y como dice mi amigo Freddy: auuuu!!!

domingo, 26 de agosto de 2012

Día 69: 21k, una enseñanza simple y profunda.

Hoy me levanté temprano para desayunar rápido unas tostadas que me preparé y una taza de te. Estaba muy a la expectativa porque sabía que a las 8 en punto iba a comenzar la carrera 21k de la ciudad de Guatemala, y a una cuadra de mi casa pasaba el recorrido, exactamente marcando el kilómetro 6 de la competencia. Después de que fuera la hora en punto tenía pocos minutos para acomodarme y ver a los participantes. A la hora en punto ya estaba sentado en una banca esperando el paso de los corredores. Los primeros que pasaron fueron los competidores con capacidades especiales. Me llamaron la atención 2: una mujer que no tenía piernas y un anciano que iba en silla de ruedas. Ambos iban muy entusiasmados en la carrera. Me pregunté cómo es posible que hayamos personas que tenemos la bendición de contar con todos nuestros miembros y que aún así seamos acomodados. Esas dos personas mostraban una tremenda fuerza de voluntad. Y claro, mucha gente escribe sobre esos ejemplos. Pero una cosa es leer sobre los mismos y otra muy distinta verlos en acción. Para mí fue revelador. Luego comenzaron a pasar todos los demás competidores y a medida que iba pasando el tiempo venían los rezagados. Estos últimos también me hicieron reflexionar. La vida es una carrera, en la que todos estamos compitiendo. Hay algunos que toman la delantera, otros que van en el gran pelotón y otros cuantos que se quedan hasta el final. Casi siempre se habla de los que logran los lugares privilegiados, o se elogia a los que van en el gran grupo. Pero casi nadie analiza la fortaleza de los que a pesar de ir hasta atrás y de saber que no ganarán, prosiguen. En el punto en el que estaba observando la carrera me tocó ver a varios fueron saliendo de la carrera porque el cansancio y el sol ya no les permitían seguir. Sin embargo, en el final de la carrera, venían varias personas, con casi 40 minutos de diferencia de los primeros corredores, pero ahí iban, a su paso, sin abandonar la carrera. En la vida misma, hay gente que va en la delantera y otros más que se quedan hasta atrás. Lo importante es jamás dejarla. No pensar que porque se va en el último lugar no somos merecedores de cruzar la meta. En diciembre del año pasado mientras veía la carrera de San Silvestre me prometí que la correría este año 2012. Ya estoy comenzando con el entrenamiento que Lourdes me ayudó a diseñar. Seguramente el último día de este año estaré listo a correr esa carrera. De antemano sé que no ganaré ningún trofeo ni medalla (de la competencia al menos) pero estoy seguro que voy a cruzar la meta y que me voy a demostrar que es posible cuando se tiene voluntad. Todas las metas se pueden alcanzar si se entrena y se paga el precio por ellas. Y como dice mi amigo Freddy: auuu!!!

domingo, 19 de agosto de 2012

Día 68: 16 años de Mariana.

En 1996 yo trabajaba como cajero en la desaparecida Bodeguita del Centro. Tenía el turno de la noche. Mi jornada comenzaba a las 5 de la tarde de un día y terminaba en la madrugada del día siguiente hasta que el último parroquiano se iba y hacía el corte de caja. Mi hermana Ileana estaba a punto de dar a luz a su primer bebé. La noche del 17 de agosto de aquel año, ella tuvo que ir al hospital de maternidad del seguro social porque ya mostraba contracciones. Mi hermano y yo estábamos expectantes. Hay que tomar en cuenta que por aquel tiempo los teléfonos convencionales eran escasos y los móviles era un lujo que solo los grandes ejecutivos podían permitirse. A cada hora estuve llamando por teléfono al hospital para saber el estado de mi hermana. Finalmente en la madrugada me anunciaron que había nacido Mariana del Pilar, mi sobrina. La primera de todos. Para mí era un acontecimiento importantísimo, porque desde temprana edad yo había tomado la decisión de jamás ejercer la paternidad biológica (por supuesto respeto a quienes tienen la vocación y la ejercen de forma responsable, pero no es lo mío). Previamente había comprado algo de ropa de bebé color amarillo porque no habíamos querido saber el sexo de la bebé sino hasta el alumbramiento. La mañana del 19 agosto yo estaba desvelado, sin embargo recuerdo que salí a caminar por la sexta avenida y en almacén El Paraíso Infantil (que por aquellos años todavía era un comercio respetable) compré un vestidito rosa, escarpines, pañales y otras prendas. Yo estaba verdaderamente emocionado. Esa tarde, iba a conocer finalmente a aquel ser que durante 9 meses había estado en el vientre de mi hermana y que de vez en cuando me regalaba unos puntapiés cuando colocaba la mano sobre el abultado estómago de ella. Pasé por Tarjetas Etcétera, y compré un globo metálico gigante con la frase “it´s a girl” y llevaba empaquetado el ajuar de la niña. Cualquiera que me hubiera visto en aquellas circunstancias habría pensado que yo era el padre de la bebé.  A eso de las 2 de la tarde recuerdo que me reuní con mi madre en la entrada del pabellón de encamamiento de las mujeres que recién acababan de dar a luz y entramos a la habitación que Ileana compartía con otras señoras. Mi hermana acababa de convertirse en madre a la temprana edad de 17 años. Cuando entramos estaba con la bebé en brazos y la estaba amamantando. Cuando ví por vez primera aquel ser tan pequeñito, indefenso, de cabellos rizados afloró en mí un sentimiento de felicidad tal, que incluso hoy me es imposible describir. Solo puedo decir que ha sido uno de los instantes más hermosos que me ha tocado vivir. Entonces besé en la mejilla a mi hermana y le pedí que me permitiera cargar a la niña. Fue la primera vez que la tuve entre mis brazos. Ahora mismo que escribo no puedo evitar llorar de emoción. Ese primer instante con una persona que no conocés y que desde antes de conocerla la amás, es indescriptible. Lo último que hice fue darle a mi hermana el globo gigante. Estuve contemplando largo rato a Mariana del Pilar, a partir de entonces supe que mi vida cambiaría y que estaría unida a ella. A pesar de nos ser mi hija biológica. En 2011 le hicimos la fiesta de 15 años. En aquella ocasión, por la falta de su papá, yo dirigí las palabras y bailé con ella. Recuerdo que le dije que lo mejor que podía darle (y sigo creyendo que es así) es la convicción de la Fe en Dios. Lo demás en la medida de lo posible se lo he ido proveyendo, y quiero que tenga una vida feliz y larga. Esa noche le dediqué la canción “Sin Palabras” de Teresa Parodi y que interpreta la cantante nicaragüense Norma Elena Gadea, que en parte de la letra dice: “Hija mía, mi amor, qué linda estabas cuando fui a despertarte esta mañana. Cuántas cosas pensé, no dije nada… Las palabras, ya ves, jamás alcanzan si lo que hay que decir desborda el alma, pero entiéndelo bien: cuando haga falta, a tu lado estaré por si me llamas, pequeña mía, por si me llamas… El país que soñé que tú habitaras hoy nos cuesta dolor, sudor y lágrimas, pero existe, mi bien, con tantas ganas: en tus ojos lo vi esta mañana. No lo olvides jamás, pequeña, y canta es hermoso vivir con esperanzas, que el amor puede más que lo que pasa, eso quise decir, no hallé palabras…” Ayer; Mariana del Pilar, cumplió 16 años. Es ya una señorita. Es mi niña y para decirle cuánto la amo y lo orgulloso que soy: ¡no hallé palabras! Y como dice mi amigo Freddy: auuuuu….

viernes, 17 de agosto de 2012

Día 67: Nuestros oponentes merecen respeto.

Hoy he terminado de leer el libro de Simon Singh “El enigma de Fermat” en que se da una paseo apasionante por la historia de las matemáticas hasta la resolución del último teorema de Fermat por el inglés Andrew Willes a finales del siglo XX. Es una lectura amena y entendible para quienes como yo, no cuentan a las matemáticas como su fuerte. Todas las historias de los diferentes matemáticos que cita Singh apasionan. Sin embargo a mí me dejó admirado una anécdota del matemático suizo Leonhard Euler. Se cuenta que él  fue protegido de la Zarina Catalina La Grande, y que por aquel tiempo también formaba parte de la corte rusa el filósofo francés Denis Diderot, quien era ateo y se había encargado de convertir a varios rusos a su creencia. La zarina, quien era una devota ortodoxa, no estaba muy conforme con eso y además consideraba que Euler podía resolver cualquier problema. En vista de eso  ella le solicitó que ideara una forma de contrarrestar la influencia del filósofo francés en la corte rusa. Durante mucho tiempo el matemático pasó ideando la forma en la que podría rebatir la postura de Diderot. Finalmente anunció que había descubierto una prueba algebraica sobre la existencia de Dios. Al enterarse de eso, Catalina La Grande citó a ambos intelectuales a un debate público. En presencia de todos los cortesanos Euler enfrentó a Diderot y se cuenta que le dijo: “Estimado señor, a + b a la N potencia dividido N es igual a X, y por lo tanto Dios existe; ¡refútelo!” Al escuchar aquello, Diderot, quien no era diestro en álgebra enmudeció y humillado dejó la corte y Rusia. Este pasaje histórico me pareció espectacular. Estoy seguro de que Euler no pretendía en serio demostrar que Dios existe con esa fórmula matemática, sin embargo su sagacidad para enfrentar al filósofo francés me parece brillante. Hago referencia a este pasaje que me gustó mucho del libro porque justamente ayer en la tarde-noche tuve dos conversaciones por Facebook con 2 personas distintas en las que debatíamos a cerca de Dios y su amor. Ya en el paso 5 de la ruta que me tracé para lograr la felicidad y la plenitud comenté que en la vida es indispensable “tener una fe que te sustente”. Esa fe se funda en la existencia de la divinidad (por un lado) y en la creencia que tenés en vos mismo y tus capacidades. En las conversaciones que teníamos con estos amigos virtuales divergimos en varios puntos pero llegamos a concluir que una cosa sí es cierta y nos sustenta: Dios es amor. El poder decir eso, quiere decir que ambos creemos en Él, solo que nuestros puntos de vista quizá son diferentes. La idea de la unidad en la diversidad me parece especialmente aplicable en lo que a asuntos de fe se refiere. Pero no solo eso, creo que cuando se abordan puntos de vista distintos, sea del tema que fuere, es necesario mostrar respeto por otros y por sus ideas. Porque cada quien habla de sus experiencias y de los conceptos que hay en su mente, y son tan respetables como las nuestras. El respetar no significa necesariamente compartir la idea, pero sí evitar la confrontación. En el debate de Euler y Diderot, estoy seguro de que este último, con gran soberbia, tenía plena confianza en su propio razonamiento y creía que humillaría al matemático suizo. Sin embargo, Euler, de una manera elegante y contra todo pronóstico racional, ganó el debate sin faltar al respeto a Diderot. Cuando se tienen puntos de vista diferentes no es el que grita más fuerte el que tiene la razón. Generalmente el más prudente, el silencioso es el que la tiene. Pero no solo eso. La convivencia pacífica exige que se respete a los otros, incluso cuando ellos no respetan nuestro punto de vista.  No sé si en nuestras conversaciones logremos encontrar una prueba de la existencia de Dios como lo hizo Euler. Para mí eso no es necesario porque mi fe es suficiente a pesar de que la debatan. Pero lo que si aprendo de aquel episodio y creo que deberíamos tener en cuenta es esto: todo ser humano merece respeto en sus opiniones, y por lo tanto, de un trato decoroso. Cuando hay que callar a un patán no se hace con gritos con sus mismas estrategias, sino siempre con la razón y elegantemente. El buen hablar y el buen callar acompañan al hombre y la mujer de valía. Y como dice mi amigo Freddy: Auuuu!!!!

jueves, 16 de agosto de 2012

Día 66: Hacer las cosas bien te ahorra tiempo y te hace avanzar...

Hoy estoy de vacaciones. Es rico descansar después de varias semanas agotadoras tantos física como intelectualmente. Fui a la feria del libro que instalan en el parque central durante todo  agosto, y casualmente me encontré en la calle con un amigo con el que teníamos tiempo de no vernos: Manuel. Es originario de un departamento al norte del país y trabaja con el Estado. Mientras platicamos me contó a cerca de lo que había pasado en su vida durante los últimos meses y terminó refiriéndome una anécdota sobre su trabajo. Resulta que le hicieron mantenimiento a su computador, pero al parecer el técnico era nuevo y le había borrado todos los archivos (hace un año yo habría compartido con él que eran irrecuperables esos archivos, ahora que me he adentrado un poco en el mundo de la tecnología al menos sé que existen herramientas –especializadas, eso sí- que recuperan prácticamente todo cuando los métodos convencionales dan por sentado que se ha perdido). No quise entrar en detalles con él sobre esos asuntos informáticos que estoy seguro le hubieran parecido aburridos. Sin embargo, le pregunté por qué no había hecho una copia de respaldo y lo que me respondió me dejó completamente frío: “yo sé que hay que hacerlo (e insertó una carcajada forzada) pero a veces la pereza le gana a uno…”.  Es un joven de 22 años. Trabaja solo medio tiempo. En las tardes y las noches no hace nada más que estar conectado al Facebook. El fin de semana va casa de sus padres en el interior. Es decir tiene mucho tiempo ocioso. ¡Y hacer una copia de resguardo le da pereza! Luego de decirme eso, comenzó a contarme que tuvo qué dedicar aproximadamente dos semanas para volver a hacer la cantidad de documentos que tenía guardados en su máquina. Me pregunto cuántos de nosotros como consecuencia de no seguir normas o de ser insidiosos en el trabajo, luego tenemos que invertir muchas más horas de las que hubiéramos invertido si tan solo hubiéramos hecho las cosas como se deben. Esa expresión de Manuel y su desidia me dolieron por él. Es evidente que mientras siga gastando su vida en esa forma, no tendrá oportunidades de crecimiento personal, intelectual ni laboral. Mucha gente como él cree que solo por el hecho de llevar muchos años en un mismo puesto de trabajo o en una misma compañía los hace merecedores de mejores remuneraciones o de ascensos. Nada más alejado de la realidad. Por supuesto que la antigüedad juega un papel importante, pero no es el determinante. Tener mucho tiempo en una compañía o en una institución te da la autoridad de conocer la dinámica del lugar, pero no necesariamente las competencias para optar a un ascenso o las calidades y cualidades para que tu desempeño mejore y en consecuencia tu escala salarial. Mucha gente vive amargada porque en sus respectivos lugares de trabajo o en los grupos o instituciones donde se desenvuelven, no logran escalar espacios. Pero resulta que la mayoría no se especializa ni estudia ni lee y simplemente critica. Desde hace varios años he usado la siguiente analogía: ¿qué es más valioso un carro del año o un carro modelo ochenta? La respuesta lógica es: el carro del año. Lo mismo sucede con nosotros y nuestros conocimientos, sobre todo en esta época de alta competitividad y de acceso fácil a la información. Profesionalmente sos más valioso en la medida en que estás actualizado. La pregunta es ¿qué modelo sos? ¿cuándo fue la última vez que te actualizaste, no solo en tu rutina diaria, sino en las nuevas tendencias y su aplicación a tu trabajo y áreas de interés? Responder esas preguntas seguramente te darán una idea de qué modelo sos, y en consecuencia qué tan valioso podés ser, profesionalmente hablando, si se te compara con alguien que sí está a la vanguardia. Adicionalmente, de la anécdota de Manuel se puede aprender que si queremos ahorrarnos muchas horas en la repetición de trabajo ya terminado, es mejor seguir las reglas y hacer siempre copias de respaldo. La pereza y la desidia se pagan siempre. Tarde o temprano, y como las tarjetas de crédito mal administradas, los intereses resultan ser muy altos. Y como dice mi amigo Freddy: auuu!!!!!

miércoles, 15 de agosto de 2012

Día 65: Mi blog: cocinando la felicidad y las ideas

Ayer platicaba con Marlon Estuardo, mi tocayo, y me decía cómo estaba descubriendo mucho de lo que había dejado de hacer en su niñez. Dentro de eso estaba el ver las películas infantiles. Y me contó cómo se emocionó al ver “La Sirenita”. Eso me hizo pensar en que durante las últimas semanas había estado muy emocionado con volver a ver la película Julie & Julia, de 2009, y la busqué el fin de semana pasado, sin que haya tenido éxito. Hoy quince de agosto es día de descanso en la Ciudad de Guatemala. Prendí la computadora, y lo primero que pasa es que se abre automáticamente internet. La página que tengo de “home” es Google y me sorprendí al ver que justamente hoy se cumplen 100 años del nacimiento de Julia Child. Antes de ver por primera vez esa película nunca había oído hablar de ella. Y después de que Merril Strip ganará el Oscar por interpretarla me puse a leer un poco sobre Child en internet. La gana que tenía de ver la película se acentuó y finalmente di con ella. Salí de mi casa como a las 12 del mediodía y regresé a eso de las 2 de la tarde. Antes de ver la película me puse a cocinar unos guicoyitos, que fueron mi único almuerzo porque he estado un poco indispuesto del estómago. Sin embargo estaba muy emocionado. Cuando comencé a ver la película, recordé por qué comencé este blog. Ya al haber visto la película yo me había identificado con Julie Powell, yo quería ser escritor, yo quería hacer algo grande, ya estaba en los 30s y parecía que muchos de los que estaban a mi alrededor habían logrado muchas cosas sin que yo las haya conseguido, y ambos estábamos escribiendo un blog. No solo fue por leer los libros de Rubin y de Macías que me embarqué en este proyecto, también lo fue el seguir el ejemplo de Powell. Mientras iba transcuerriendo la película, fui recordando que muchas veces he estado tentado a dejar este blog porque implica tiempo y a veces pareciera que las hojas en blanco son imposibles de llenar. Hay ocasiones en las que a pesar de que las ideas dan vueltas en mi cabeza, no logro materializarlas en palabras. Sé que tal vez nunca me leerán Rubin ni Macías, y que probablemente no tenga la suerte que tuvo Powell de que un famoso periódico publicara sobre ella y su blog. Esas cosas no pasan en Guatemala. Pero volví a respirar la emoción de escribir con el ánimo y la esperanza de que alguien, del otro lado, en una pantalla me lea y comparta mis ideas o se sienta identificado. Es cierto que casi nadie comenta mi blog, pero las estadísticas dicen que hay varios visitantes en muchas partes del mundo. El poder de las ideas y la grandeza de internet hacen maravillas. Acabó la película, y como me sucedió la primera vez que la vi,  terminé llorando. En la última escena Julia Child recibe un sobre de manos de su esposo. Ella abre el paquete y resulta ser la primera edición de su libro de cocina, el que la hizo famosa en los Estados Unidos. Pero lo que me conmueve no es el hecho mismo de que ella haya realizado su sueño del libro. Lo que me toca el corazón es que su esposo, la ve y comienza a reírse con ella. Son una pareja que pasa por muchas cosas y que se comparten la vida. Y están ahí, juntos, disfrutando un logro conjunto. Eso, es quizá lo más hermoso. Hay mucha gente que tiene logros y los disfruta con seres queridos, esa oportunidad es espléndida. Te da más felicidad. Creo que al final de cuentas terminé tan emocionado al volver a ver esa película como lo estuvo Marlon Estuardo con La Sirenita. Ahora mismo, mientras escribo, está lloviendo. Estoy a cuatro meses de cumplir un año con este proyecto. He estado a punto de dejarlo. Pero siempre hay algo que me hace volver. Y es que lo que se inicia se debe terminar. Hay algo que me hace sentir que este blog, aunque no sea de los más visitados, es importante: el hecho de que con lo que aquí queda escrito dejo una huella que perdurará y que espero pueda ser de utilidad para otros. El camino a la felicidad exige compartir. No lo puedo hacer en persona por diversos motivos, pero lo estoy haciendo esperanzado en que me leerán. Y como dice mi amigo Freddy, quien hoy se fue a Estados Unidos: Auuuuu!!!!