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viernes, 25 de mayo de 2012

Día 56: 2 asuntos importantes: Amarse a uno mismo y ser responsable.

Hay ocasiones en las que uno se siente frente al computador y no sabe por dónde comenzar a escribir, pero hay otras veces en las que la necesidad de escribir es tan fuerte que los pensamientos fluyen más rápido que los dedos al teclear. Hoy estoy en esas. Tengo el deseo tremendo de escribir. Y esa es una de las cosas sencillas que me producen satisfacción. En esta semana estuve ausente y hoy finalmente estoy cansado porque me tuve que levantar muy temprano y porque tuve clases de la maestría, estaba viniendo a mi casa casi a las 10 de la noche, completamente rendido. No obstante, pasaron 2 acontecimientos muy importantes de los cuáles quisiera compartir. El primero de ellos fue el martes. Pasé el día normalmente, con mil cosas en el trabajo.  En la noche sin embargo, recibí un mensaje en el Messenger de la BlackBerry, donde me pedían que fuera a tomar café porque “necesitaban hablar”. A pesar de estar a la mitad de la clase de la maestría, hable con el doctor que me era preciso salir antes de que acabara la clase y llegó Carlos por mí. Habría sido una conversación normal, a no ser porque dentro de ella, él me contó muchas cosas que le estaban atormentando y al final me pregunté si más de la mitad de eso no era solo producto de su autoflagelación. Hubo un momento en el que le dije que tenía que dejar de pensar en lo que los demás decían o de buscar la aprobación del resto de las personas y que tenía que pensar en sí mismo. Y es que es imposible tener relaciones sanas y duraderas con otros, si previamente no la tenemos con nosotros mismos. Esa noche reflexioné mucho sobre cómo la felicidad y la plenitud a veces se nos escapa de las manos porque tratamos de quedar bien con mucha gente sin antes quedar bien con nosotros mismos. Eso no significa ser egocéntrico. No. Solo es ordenar las cosas como deben ser. Si la regla de oro dice que debo amar a los demás como me amo a mí mismo y no me amo, entonces es difícil cumplir esa norma moral. El principio de una convivencia sana y agradable es aceptarte a vos mismo. Tolerarte, quererte, mimarte. Sin llegar a los extremos, claro es, porque todo extremo es catastrófico. Al final de cuentas hablamos largo rato y lo que le recalqué a él fue: piense por un momento en función de usted mismo y no de lo que “piensa que debe hacer” y busque en su corazón la respuesta a sus preguntas. Sé que él va a encontrar respuestas sorprendentes si se oye a sí mismo. Una de las mejores fórmulas para tener una vida plena es tener una plena aceptación de vos mismo. Reconocer que somos perfectibles sí, pero valorarnos por nuestra esencia… La segunda situación pasó el miércoles, en la clase de la maestría. El doctor que nos estaba impartiendo este módulo nos dio unos documentos a inicio de semana para que los leyéramos y los comentáramos en clase con un análisis comparativo de la legislación nacional y de otras que conociéramos. Fue muy enriquecedor el ejercicio porque no era una clase magistral sino una conversación entre todos los estudiantes. Sin embargo, cuando le preguntó a una compañera sobre el documento que a ella le tocaba leer, esta abrió el folder y comenzó a recitar lo que estaba escrito. No estaba aportando nada. Entonces el doctor le dice que haga lo que los otros habíamos hecho, es decir, explicarle al resto nuestro análisis del documento. Y ella le respondió que como era una “procesalista” tenía mucho trabajo y que no le había dado tiempo de leer. En ese momento se oyó un barullo en la clase y el mismo catedrático mostró una expresión de desconcierto. Todos los que asistimos a la maestría trabajamos. Todos tenemos miles de actividades diarias. Y todos, a excepción de ella, leímos nuestros documentos e hicimos el tiempo para compararlo con la ley nacional y expusimos. Ese incidente me hizo reflexionar sobre las excusas y su poder destructivo. Ella, al decir lo que dijo quizá trató de justificar una irresponsabilidad de un profesional no debería permitirse, pero más allá de eso, no solo quedó mal con el doctor, también con nosotros, porque el resto nos preguntamos por qué sí habíamos podido hacerlo a pesar de tener trabajos tan demandantes como el de ella. Lo desafortunado es que al tratar de evadir las consecuencias de nuestras irresponsabilidades, muchas veces decimos cosas que nos hacen quedar peor. Ese fue el caso de ella. Para lograr la plenitud es necesario asumir los deberes con la responsabilidad que ameritan. Esos detalles mínimos hablan de nosotros y nos suman o restan credibilidad. No sé si al final ella recapacitó sobre el asunto. Lo cierto del caso es que en lo sucesivo no quiero dar excusas por mis irresponsabilidades. Es mejor afrontar las cosas. Ser íntegro exige eso. Y como dice mi amigo Freddy: auuuuu!!!!

martes, 15 de mayo de 2012

Día 55: Demostrar afecto y disfrutar la magia de lo cotidiano (1 parte)

Acabo de abrir mi Facebook y me topo con la noticia de que un excompañero del colegio falleció. La vida es tan corta. Yo recuerdo que alguna vez escuché decir que cuando uno comenzaba a ver a sus contemporáneos fallecer, era porque se estaba comenzando a envejecer. No creo que esto sea cierto. Lo que sí me ha dejado impactado es que de un momento a otro la gente con la que estamos y con la que contamos a diario puede ya no estar. Que en paz descanse “Tamalón”. Luego de escribir sobre eso, creo que vale la pena retomar los 11 pasos de la plenitud que comencé a escribir en diciembre del año pasado. El sexto paso se resume en 2 acciones: demostrar afecto y disfrutar la magia de lo cotidiano. La primera de ellas es un poco complicada para los hombres de nuestras sociedades latinoamericanas, porque no estamos acostumbrados a que los padres demuestren afecto. Hay excepciones, sí, y muy hermosas, pero casi nunca se da. Pero la demostración de afecto rebasa las relaciones de familia, van hacia la amistad, los compañeros de estudios, los vecinos, e incluso, algunas veces hasta los desconocidos. Una demostración de afecto no se reduce tampoco a un beso o un abrazo. Una buena acción puede ser más satisfactoria, aunque claro, un abrazo recibido cuando se necesita llena tanto. En la siguiente entrada, me referiré a la segunda acción. Hoy quiero ahondar sobre las demostraciones de afecto. La gente que amamos es efímera como nosotros, es decir que algún día tendrán que partir. ¿Por qué hago este recordatorio?, sencillo, porque muchas veces perdemos el tiempo en peleas y no decimos las palabras que a veces queremos decir ni damos los besos y abrazos que deseamos, ni hacemos lo que consideramos correcto. Y todo por el orgullo. La semana pasada me quedé impresionado cuando ví que un amigo publicó en su muro de Facebook algo así “no celebraré su día a mi madre porque no se lo merece”. Me pregunto qué tipo de hijo escribe eso, donde todo mundo lo lee. Ahí lejos de hacer quedar mal  su mamá está quedando como todo un patán él. Pero me pregunto qué hará cuando ella falte. ¿Será de esa gente que hace gran escándalo en el sepelio porque la conciencia les desgarra por no haber demostrado amor mientras el ser querido vivía? Realmente no lo sé, ni me corresponde juzgarlo, pero me dejó muy mal sabor de boca. Un amigo, me escribió que no había que juzgar a esta persona porque no sabíamos qué tipo de infancia ella le había dado a él. Aunque respeto su punto de vista no estoy de acuerdo con devolver mal por mal. Si ella no le dio una buena infancia, él debería devolver bien por mal. La gente en la calle, nuestra familia y nosotros mismos estamos ávidos de afecto. El viernes pasado fui a la celebración de un cumpleaños, y lo que dijo un jovencito me dejó muy impresionado también. Luego de que partimos el pastel, todos los presentes les dimos sus respectivos abrazos de felicitación a los cumpleañeros. Cuando ya toda la celebración había pasado, nos quedamos conversando unos pocos, dentro de los que estaba este jovencito. En un momento, tomó la palabra y dijo “cómo me gustaría que todos los días fuera mi cumpleaños”, ante esa afirmación nos quedamos en silencio y luego le preguntamos si lo que quería era crecer más rápidos, pero él se rió y agregó “no, lo que sucede es que, aunque sea sincera o hipócritamente, en tu cumpleaños siempre recibís muchos abrazos, y por eso me gustaría cumplir años todos los días”. Esa evidente necesidad de afecto me conmovió tanto, sobre todo viniendo de un joven que se supone que está en lo mejor de la vida. No obstante me hizo reflexionar que muchos andamos por la vida escribiendo, hablando y tratando de impactar en otros y nos olvidamos de esos pequeños gestos que pueden ser impactantes para la vida de otros. Muchas veces un abrazo o unas palabras dichas a tiempo tienen un poder increíble. Pero adicionalmente, me pregunté por qué los padres de este joven lo hicieron crecer con esa necesidad de afecto. Seguramente no lo abrazaban ni le decían cosas buenas. Las palabras y los gestos de los padres, siembran siempre en el futuro de sus vástagos. Si les dicen que son fracasados, esos papás construyen fracasados. Pero si les dan palabras de aliento y afirmación, construyen personas felices y exitosas. Las demostraciones de afecto de los padres dejan huella en los hijos. Muchas veces he hablado sobre las consideraciones que mi madre tuvo conmigo cuando era niño. Algo me fascinaba cuando yo tenía alrededor de 5 o 6 años era dormirme sobre el pecho de mi mamá, y ella dejaba de lo hiciera. Al día de hoy me parece ese gesto tan entrañable. Los hijos que reciben afecto de papá y de mamá tienen más posibilidades de desarrollar un carácter fuerte y de enfrentar con mayor gallardía la vida que los otros. Pero ese afecto no significa dejar pasar todo, ya que la disciplina es también una demostración de afecto. Seguiré escribiendo sobre este tema porque hay miles de situaciones en los que la demostración de afecto es necesaria no solo para construir en otros, sino para hacer que nuestra existencia valga la pena y sea más feliz. Y como dice mi amigo Freddy: auuuuu!!!!


jueves, 10 de mayo de 2012

Día 54: La breve historia de 2 mujeres extraordinarias.

4 de la mañana: se levanta para acarrear agua en vista de que en la covacha de láminas todavía no hay agua entubada. 5 de la mañana: se pone a lavar los pañales de los 2 bebés uno de 3 y la otra de 2 años de edad. También lava la ropa de su primogénito que para entonces tiene 7 años. Lava dejando sus fuerzas y espalda en la labor. 6 de la mañana: despierta al mayor de sus hijos, lo baña con parte del agua que acarreó, lo viste y le da un plato de frijoles para desayunar. Mientras tanto, prepara la pacha para los bebés y los atiende porque comienzan a llorar. El marido no se despierta aún porque la noche anterior llegó borracho. 7 de la mañana: Va a dejar al mayor al colegio, prepara la venta de esa mañana y se echa a la espalda a los 2 bebes con un perraje. La hielera donde lleva los helados de la venta la levanta con sus manos.  9 de la mañana: comienza la venta y atiende a los bebés. Mediodía: ya agotada por el sol y cargando a los 2 chiquitos, va a recoger al niño mayor al colegio. 2 de la tarde: con el fruto de la venta logra hacer unos fideos con salsa para almorzar ella y su hijo mayor. Los bebés duermen. 3 de la tarde: toma la mano de su hijo mayor y la guía para hacer las letras, ella le explica cómo se forman las palabras y le explica los misterios de las sumas y las restas. 5 de la tarde: trata de dormir un poco. El hijo mayor fue a la casa de los vecinos a ver televisión en blanco y negro. Los bebés siguen dormidos. Quizá ella pueda dormir un rato porque el marido llegará borracho y, si tiene suerte, esta noche no la agredirá… 29 años más tarde… 25 de marzo de 2010, ella está sentada vistiendo un traje negro en las filas de adelante del auditorio. 7 de la noche, su hijo mayor, al que ella tomaba de la mano para guiarlo cuando aprendía a escribir se gradúa de abogado… En pocas líneas he resumido más o menos cómo eran los días de mi madre cuando yo era niño y lo culmino cuando me gradué de la universidad porque sé que para ella fue motivo de gran orgullo. Cuando mis dos hermanos crecieron, además de todo lo que describí ella hacía tiempo para llevarnos a los cerritos de Kaminal Juyú a jugar con nosotros. Se arrastraba y corría como nosotros. Cuando era temporada de lluvia se empapaba con sus hijos. Al día de hoy, no sé de dónde sacó tanta energía. O quizá sí lo sé: del amor. Yo hubiera querido que ella tuviera una vida mejor, pero hoy está viva aún. No ha dejado de ir a vender helados. Se enferma de vez en cuando. Pero no ha perdido la chispa. Ahora va con mis hermanas al casino a sacar la adrenalina. Este día se celebra en Guatemala el día de las madres. Ella, La Luci, es sin duda la encarnación del amor para mí. Yo no soy muy expresivo. Pero la quiero tanto. Es mi viejita. Y espero que al menos en parte pueda compensar toda la juventud, energía y felicidad que nos dio a mis hermanos y a mí cuando éramos niños, ya que a pesar de que era agredida por mi papá, que tenía que hacer las labores de casa, salía a buscar el sustento de ella y de sus hijos. Nunca dejó de atendernos. Ella, cuando está muy enojada se pone a llorar y dice que “fracasó como madre”. No sé si de verdad fracasó como madre, solo sé que me dio un ejemplo de responsabilidad y que triunfó como mujer.  (A vos, Luci, te doy las gracias por ser tan amorosa a pesar de que la vida no ha sido fácil para tu persona. Gracias. Mis palabras suenan vacías al querer materializar el gran agradecimiento que te tengo. Ojalá el resto de tu existencia sea feliz y que Dios me permita contribuir a que así sea).*********************** Es un día soleado, ella acaba de ver a su esposo con otra. No importa, ella sabe que es la dueña de la casa. Aún así lo sigue atendiendo bien. Han formado un hogar próspero. Ella le crió a los hijos que él trajo de otro matrimonio. Por alguna razón la vida no le permitió tener sus propios vástagos. La vida del hogar es cansada. Aún así ella hace todo lo posible por ayudar a su hermana. Le da dinero. La ayuda con la venta. Siempre ha sido un soporte emocional y financiero. Ha decidido que pagará los estudios de su sobrino, el mayor hasta que se gradué de secundaria. Así lo cumple. Hay años en los que se ve complicado el asunto pero aún así no deja de regalarle una buena educación en buenos colegios a ese niño cuyo padre no quería que estudiara. No solo le regala conocimiento. En vacaciones, recibe al niño y le inculca 2 de los aspectos que serán más importantes para la vida de él cuando sea adulto: la fe en Dios y la lectura. Años más tarde… 25 de marzo de 2010, ella está sentada vistiendo un traje sastre negro en las filas de adelante del auditorio. 7 de la noche, el mayor de sus sobrinos, al que ella pagó los estudios, le inyectó el gusto por la lectura y le enseñó (a su manera) a confiar ciegamente en Dios,  se gradúa de abogado… Ella es Amparito, mi tía. El más notable ejemplo de fortaleza y solidaridad con la familia. Ella no tuvo hijos propios, pero me adoptó como propio. Y aunque no la visito con la frecuencia que quisiera, me siento tan orgulloso de ella. A su manera, tampoco le tocó una vida fácil. Pero ahí está, potente aún. Regañona y fervorosa. (Tía, gracias a usted tengo la costumbre de hablar con Dios todas las noches, gracias a usted tengo la educación que de otra forma jamás hubiera logrado tener, gracias a usted he aprendido a ser ejemplo para mis hermanos. Gracias mil por estar cuando más se le necesita). Hoy 10 de mayo, les rindo homenaje a estas 2 mujeres. 2 de mis madres. Mujeres admirables. Y como dice mi amigo Freddy: auuuu!!!

martes, 8 de mayo de 2012

Día 53: Tiempo de aprovechar a mi madre...


Ayer, camino a mi casa, me encontré a Herbert, un viejo amigo que vive cerca de mi hogar. Y nos fuimos platicando en el trayecto. Luego decidimos ir a una panadería que queda a una cuadra del Parque Morazán para comprar unos exquisitos strudel de manzana para acompañar en la cena. Cuando  llegamos a la caja para pagar, había publicidad de pasteles para el día de la madre, y entonces él me comentó que no le gustaba el mes de mayo porque le recordaba muchas cosas de su finada mamá. A mucha gente, como a Herbert, este mes les trae agradables recuerdos y, paradójicamente, les hace entristecerse porque los lazos que construyeron con sus progenitoras no terminan de romperse. En una entrada que escribí a principios de marzo comentaba que parte del amor es “dejar ir”. Yo sé que para mí es sencillo decirlo porque mi madre aún vive, y porque seguramente la pérdida de una madre ha de ser muy severa y difícil de superar. No obstante, siempre he tenido la convicción de que los momentos en los que estoy con ella debo aprovecharlos. Desde que tengo memoria mi madre siempre estuvo ahí, y solo pensar que llegará un día en que ya no estará me da una sensación de vacío. Pero la vida es así. Es tan difícil aceptarlo, pero sé que quizá alguna vez cuando vea publicidad de mayo, me sienta de algún modo como Herbert.    En el trayecto a la plenitud y la felicidad, uno de los aspectos más importantes es la capacidad de dar amor y alegría a los otros, pero también el desprenderse, desapegarse. No quiero sonar insensible con todo esto, pero creo que ahora que tengo a mi madre debo aprovecharla, porque algún día deberá partir. Hay ocasiones en las que me he enojado mucho con ella. Las relaciones humanas tienen altibajos. Pero generalmente regreso a pedirle disculpas por mi mal carácter e invariablemente ella me acepta en su regazo. El viernes pasado publiqué en mi Facebook esto: “en los brazos de mi madre siempre me siento en casa”. Lo hice porque amanecí soñando a mi madre. Ya mañana escribiré una entrada con ocasión del 10 de mayo dedicada a ella, a mi tía y a mi hermana. En la foto de esta entrada, estamos los 4  hermanos, mis dos sobrinos y mi mamá. Hoy sin embargo, y partiendo del comentario de mi amigo Herbert, quiero invitarte a que si tenés aún a tu mami con vos, dedicale al menos un minuto al día. Ellas se sienten tan agradecidas cuando les das tiempo. Yo particularmente, la llamo todas las noches cuando llego a mi casa. A veces nuestra conversación es muy “formal”, pero al menos no dejo de escucharla. A la distancia, su voz es siempre tranquilizadora. Me imagino que cuando yo estaba en su vientre y ella me hablaba seguramente yo tenía la misma sensación. Y si ya no tenés a tu mamá, es humano sentir la tristeza por la ausencia, pero también es humano celebrar el privilegio de haber conocido a seres tan maravillosos. Estoy seguro que ella quizá no habría querido que la lloraras sino que la celebraras. Y también hay quienes nunca la conocieron, esa ausencia es muy particular porque se extraña a quien nunca estuvo. En cualquier caso, este día de las madres, abrazá, escribí a las que tienen ese papel tan fundamental y felicitalas. Si te pasa como le sucede a Herbert, una oración nunca está de más. Y como dice mi amigo Freddy: auuu!!!

sábado, 5 de mayo de 2012

Día 52: El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional.

Después de haber leído dos referencias sobre la novela “Grandes Esperanzas” de Charles Dickens, me decidí a buscarla para ver si efectivamente la historia era tan buena como decían. Ayer he terminado de leer las 655 páginas del libro y creo que aquellos comentarios eran verídicos. Cada uno de los personajes merece un ensayo aparte, sin embargo, hoy quiero referirme a quien me pareció más impactante: Miss Havisham. Ella ilustra claramente lo que es dejarse vencer por la adversidad. Es el personaje de una mujer que ha vivido durante varios años encerrada en su casa, vistiendo todos los días el mismo traje de novia, que lucía cuando recibió la nota de su prometido de que ya no se casaría en el mismo momento en que se disponía a dirigirse a la iglesia donde se celebraría la ceremonia,  y quien crió a Estella (su hija adoptiva) con un corazón de hielo para hacer sufrir a los hombres como ella sufrió. Es evidente que la amargura y la tristeza hicieron de ella un ser triste, sin esperanza y vil. Al final del libro, se da cuenta del tipo de persona que creó en Estella y logra un momento de lucidez donde visualiza todos los años y oportunidades que ha perdido al haberse encerrado a vivir la amargura que sufrió. En la vida, muchos hemos vivido situaciones extremas en lo que a dolor se refiere y hay quienes nunca logran recuperarse de ellas (como Miss Havisham) y quienes usan esas situaciones para construir su futuro. Recuerdo que hace unos años cuando murió la madre y la hermana de un queridísimo amigo mío (quien a la sazón es muy dado a deprimirse), este pasó varios días bebiendo y me llamaba a altas horas de la noche amenazando con quitarse la vida o simplemente pidiendo compañía. Al día de hoy aquella pérdida le afecta mucho y ha convertido su herida en una gangrena del alma. Me da mucha pena ver que se consume y que la vida todavía puede darle mucho, pero no quiere dejar ir el dolor. Y es que sufrir es una opción, no una imposición. Cuando suceden las cosas malas en la vida y las grandes desavenencias es imposible sentir el dolor e incluso es necesario llorar o desahogar ese sentimiento, sin embargo, el duelo debería durar solo lo necesario, porque la vida está afuera esperando a que sigamos. Las separaciones, la muerte y todas aquellas cosas de las que no quisiéramos ser parte, precisamente son parte de la vida y por lo tanto insoslayables, pero vivir amargados o construir de los escombros son las alternativas que tenemos. Lo delicado de dejarse arrastrar por la amargura o de dejar que “la llaga sangre” para siempre es que nos aleja de la gente y nos hace estar solos, lo que a su vez trae depresión y se convierte en un círculo vicioso que impide la propia felicidad. El dolor y las malas experiencias son inevitables. El sufrimiento es opcional. Otro asunto delicado es que al albergar la amargura nos llenamos de tanta energía negativa que terminamos afectando a los otros. Independientemente de que sea consciente o no, hacemos “Estellas” en otras personas. En tus manos está repetir la historia de Miss Havisham y encerrarte en tus propias paredes a esperar que los años y la tristeza te consuman, o bien tomar la decisión de hacer que las cenizas aviven el fuego de tu existencia. Sin embargo la única persona que te puede ayudar sos vos mismo, porque decidir el camino es solo tu potestad. ¿Qué preferís? ¿Una vida de profunda amargura y desperdiciada? O ¿una vida donde hay dolor y sufrimiento pero siempre oportunidades de crecer? Y como dice mi amigo Freddy: auuuu!!!

miércoles, 2 de mayo de 2012

Día 51: Los Valores (Parte II): La Muerte de don Jeremías.

Hoy pasé por un sitio donde suelo caminar todas las mañanas, y en lugar de ver al vagabundo que siempre estaba recostado en la pared del supermercado, vi un vaso con agua, una flor y una cartulina que decía “Los restos de Jeremías (cabezón) estarán siendo velados hoy… y a las 3 de la tarde sale el cortejo hacia el cementerio la Verbena”. Me quedé atónito. Ver cada día a ese señor recostado en la calle se había convertido en una rutina. Nunca le hablé. No sabía su nombre sino hasta hoy. El punto es que cada vez que lo veía me recordaba que tenía ropa que ya no uso y que me hubiera gustado darle. Eso nunca se dio. No obré bien, solo “quise” y eso no basta. Ignoro las razones y las causas de la muerte de don Jeremías (es extraño que hasta ahora que ya no vive, sepa su nombre y lo llame por él), lo cierto del caso es que su deceso me hizo reflexionar más sobre los valores y especialmente en la trascendencia y la integridad. Este blog inició como un proyecto personal de felicidad, escribir en él cada cierto tiempo me ha dado mucha satisfacción, he podido compartir con muchos mi percepción de la existencia. No obstante eso, creo que parte de la felicidad y de la plenitud, también es reconocer lo que no está bien y contar con el chance de corregir. Hoy que la noticia de la muerte de esta persona desconocida y que veía a diario me sorprendió me permite preguntarme por qué no actué según lo que pensaba. Por qué solo me quedé con la gana de darle la ropa que ya no usaba y no lo hice. Por qué, a pesar de verlo todos los días, nunca le dirigí la palabra. No son preguntas cargadas de remordimiento (y no sé si eso es bueno) pero sí de una concienzuda reflexión sobre mi actuar y mi pensar. Si estamos de acuerdo en que la integridad es actuar según se piensa, creo que estoy fallando en ella y es tiempo de corregirlo. En muchas ocasiones he afirmado que estoy de acuerdo con que el discurso más elocuente son las acciones. Y sin lugar a dudas tengo que ser más congruente con esa creencia. Por supuesto, también tengo la dicha de que todas las mañanas me encuentro a un señor de edad muy avanzada barriendo la acera de un edificio público por donde también paso en la mañana, y siempre le doy el saludo de “buenos días”.  Esa acción, claramente no justifica que nunca haya hablado a don Jeremías. Hago esta reflexión, no a manera de un “mea culpa”, sino como un modo de conversar con vos y conmigo mismo sobre lo que hacemos a diario y sobre cómo de un día para otro podemos ya no tener la oportunidad de impactar positivamente en otros. La trascendencia de esta vida y su plenitud se miden más allá de nuestra propia muerte. Nosotros seguimos viviendo en quienes se quedan. Y la influencia que podemos ejercer en otros no se constituye por grandes acontecimientos, sino por hechos pequeños que tienen gran significancia. Hoy fue enterrado don Jeremías. Yo no fui al sepelio. Quizá él nunca notó mi presencia cada mañana. Pero yo sí supe que él existió. Que estas líneas sean un homenaje para un hombre que quizá no fue conocido nada más que por unos cuantos. Sin duda alguna su ausencia hará que esa pared donde dormía ya no sea la misma. Su presencia y su ausencia, me han hecho reflexionar. Si vos hacés conciencia de la urgencia de impactar con integridad en los demás, seguro don Jeremías también obró en vos, aunque no lo hayas conocido. En cierto modo, él no lo supo, pero su vida nos enriqueció a nosotros, otros desconocidos. Que en paz descanse. Y como dice mi amigo Freddy: auuuu!!!