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lunes, 24 de diciembre de 2012

Día 93: Ser íntegro el último paso hacia la plenitud. (Gracias por haber sido parte de este proyecto).

El 25 de diciembre de 2011 me propuse escribir este blog. Hoy cumplo 1 año con él y es un buen momento para cerrar el ciclo. Esto no significa que vaya a dejar de escribir o que el proyecto de felicidad y plenitud concluyó. No. Porque como dice un adagio “la felicidad no es una meta, es una forma de vivir”. Durante este tiempo he compartido con ustedes mucho de mí y de mi forma de ver y entender el mundo. He podido sentir que mientras escribo, existo y el recibir sus comentarios he confirmado esa certeza. El último de mis 11 pasos para alcanzar la plenitud es “Ser íntegro”. Hace varios años, conocí a un amigo que usaba mucho el término integridad y conforme lo fui conociendo me percaté de que no sabía el significado de esa palabra. Un día, en el puerto de Sipacate, conversamos sobre el tema y le expliqué que la mejor definición de una persona íntegra es aquella que actúa de acuerdo a lo que piensa y dice. En consecuencia ser íntegro significa poner en práctica lo que se dice y lo que se cree. En la vida, la mejor forma de pronunciar discursos es sin decir una sola palabra. Es por medio de las acciones. Los padres forman a sus hijos no con los sermones sino con el ejemplo que ellos ven todos los días. Lo que quiero decir es que si creemos que es necesario planificar, hay que hacerlo y con eso lograremos que otros planifiquen. Si consideramos que la mejor forma de vivir es teniendo fe y amando a los demás, es indispensable que nosotros tengamos fe y amemos a lo demás, reflejándolo. Ser íntegro es el último paso porque significa llevar a la vida real los otros 11 pasos, significa ser consecuente con los buenos deseos. Al iniciar el año 2012, por medio de este proyecto me propuse muchas metas (en la entrada número 6 del sábado 31 de diciembre puse delante de mí las siguientes metas: bajar 25 libras de peso, terminar la maestría con un promedio de por lo menos 90 puntos, conocer la ciudad de Nueva York, sonreírle a un desconocido por lo menos una vez al día,  seguir escribiendo el blog y conocer nuevas personas por medio de él, terminar un libro y publicarlo a finales de 2012, deshacerme de las deudas, y nadar todos los fines de semana a partir de febrero. Al momento, me doy cuenta de que hice varios de ellos pero muchos otros se quedaron en propósitos. No bajé 25 libras, pero durante el año bajé y subí y me quedé en un promedio como estaba a finales de 2011. Terminé la maestría con un promedio de 92. No pude conocer Nueva York porque no tuve el dinero ni el tiempo para hacerlo, pero al menos salí del país en septiembre y tuve un bendecido viaje. Sí he sonreído a la gente y me he maravillado de que siempre recibí una sonrisa como respuesta. El hecho de estar con esta entrada da fe de que seguí escribiendo el blog y también tuve la oportunidad de conocer a personas que me manifestaron su entusiasmo con este proyecto y otros más me contaron que en momentos justos leyeron algo que necesitaban (gracias a Dios por eso). No escribí el libro que quería. No me deshice de las deudas de la manera que quería, voy saliendo, pero aún tengo algunas. No regresé a nadar. Lo que no hice son tareas pendientes para el siguiente ciclo. Espero que ahora sí tenga la entereza de cumplirlas. No obstante al hacer el balance del año, mientras me tomo un té de almendras acompañado de una rebanada de rosca vienesa, puedo decir que soy un hombre feliz. No tengo todo lo que quisiera, pero amo lo que tengo. No me siento completo aún, pero amo el desafío que representa el alcanzar mis metas. A veces he caído mal y hasta pesado he parecido porque soy muy directo cuando hablo. Pero trato de que mis palabras sean congruentes con mis actos. Hoy termino un año del blog. Doy gracias a quienes me leyeron y a quienes me siguieron. Nuestro Proyecto 2012 termina. Pero un nuevo proyecto se avecina 2013 es nuestro proyecto. Y como dice mi amigo Freddy: auuu!!!

domingo, 23 de diciembre de 2012

Día 92: Reir, enamorarse y vivir (Parte 2)

Las fechas de fin de año generalmente son asumidas por las personas de diferentes formas. Algunos, los que somos creyentes, tendemos a darle una visión muy espiritual. Otros, los que no son tan religiosos, lo ven como un pretexto para renovar lazos o para compartir con los amigos y la familia. De cualquier manera hay un ambiente en el que la gente se quiere ver, quiere hablar, tiene ganas de desearle buenas cosas a sus semejantes. Eso me hizo pensar en lo que fue publicado en la revista dominical de un periódico guatemalteco, una frase atribuida al editor Hamilton Wrigth Mabi “bendita sea la fecha que une a todo el mundo en una conspiración de amor”. Y es que casi todos buscamos la finalización del ciclo del año para decirles a los que amamos cuán importantes son para nosotros. Desafortunadamente el consumismo ha hecho que una gran mayoría se dedique a gastar desenfrenadamente y a deprimirse o a emborracharse. Lo mejor de esta época es justamente reencontrarse. Hay varios amigos míos que durante estas fechas se van a los Estados Unidos para reencontrarse con sus familiares y muchos otros vuelven a sus pueblos en el interior para pasar en la paz de sus hogares las fiestas. Lo cierto del caso es que estas situaciones nos dejan darle sentido a la vida y a lo que verdaderamente vale. Es cierto que las cosas bonitas (como la moda o los vehículos) son hermosas pero con creces son superados por los momentos memorables. La vida es una colección de momentos entrañables. En mi entrada anterior decía que Reír y enamorarse eran requisitos indispensables para que la vida tuviera sentido, pero también lo es el hecho de vivir. Pareciera raro hablar de eso porque se presupone (en el sentido frío de la palabra) que por el hecho de estar en este mundo y respirar ya estamos viviendo, pero eso es parcialmente cierto, si se ve desde una perspectiva más amplia porque vivir no solo es respirar, es también compartir esa respiración con los nuestros, es atreverse a hacer lo que queremos hacer sin dañarnos ni dañar a otros, es regalar las flores que desde hace tiempo deseamos dar, es cantar en la calle sin temor a que se nos queden viendo, es ver el amanecer y tomar de la mano a la persona amada, es sacarle una carcajada a nuestra madre, o una afectuosa mirada a nuestro padre. Vivir es abrazar a la gente que es importante en tu vida, es llorar cuando se tienen ganas y vaciar el alma. Vivir es la suma de las risas inocentes y el amor expresado en tu vida. Para llegar a ser plenos no podemos dejar escapar los momentos pequeños con los que amamos. SI nuestra vida se convierte en un cofre lleno de hermosos recuerdos, en los momentos más difíciles podemos recurrir a ellos para encontrar fortaleza. No se trata solo de respirar, se trata de que cada momento sea espectacular. No sabemos cuántos momentos tendremos disponibles en nuestras vidas, por eso es tan importante exprimirlos al máximo. En esta penúltima entrada de mi blog te invito a reír, a enamorarte, a vivir la vida, y no morirla. Y como dice mi amigo Freddy: auuuu!!!

martes, 18 de diciembre de 2012

Día 91: Reír, Enamorarse y Vivir (penúltimo paso -1-)

Dentro de su vasta obra, el poeta guatemalteco Otto René Castillo escribió el poema “Solo queremos ser humanos”, quizá el más recordado después del celebrado “Vámonos Patria a caminar”. Luego, Fernando López lo musicalizó y creó una de las canciones más hermosas que he escuchado en la vida. La parte final del poema de Castillo inspira el penúltimo de los pasos que considero necesarios para alcanzar la plenitud. La última estrofa del poema reza: “…aquí solo queremos ser humanos,/ comer, reír, enamorarse, vivir/ vivir la vida, no morirla…”. En cada día es importante por lo menos reír una vez en la jornada. De hecho leí hace poco que en la Universidad de Stanford hicieron un estudio del que se desprende que las personas que ríen mucho tienen altas probabilidades de no desarrollar afecciones cardíacas. Si agregamos que se ejercitan la mayor cantidad de músculos faciales lo que consecuentemente desacelera el proceso de expresiones por la edad. Tenemos suficientes razones médicas para reír. Dejando por un lado esas situaciones tan frías, el hecho de reír sueltamente es tan liberador y te hace sentir tan bien. Además de que contagiás a los demás. Cuando nos reímos dejamos que el resto de los seres que están alrededor nuestro conozcan lo mejor de nosotros. Esa es una de las partes más fundamentales. Incluso, recuerdo que cuando yo era niño, todavía muchos velatorios de difuntos se hacían en las casas, y era costumbre que en la noche previa al funeral, los hombres que acudían al velorio jugaban cartas y luego contaban chistes, y sacaban la risa incluso de los deudos. En los momentos en los que hay mucha tensión, he aprendido que hacer una broma a tiempo es mucho mejor que un discurso motivacional de mil palabras. Reírse de uno mismo es sin duda alguna la mejor medicina contra la vergüenza y desasosiego. Otra de las razones que hacen que valga la pena vivir es enamorarse. En mi vida he tenido la suerte de hacerlo 3 veces. De manera profunda. Cada relación en su tiempo ha sido espectacular. Cada una ha terminado por razones diversas. Pero el hecho de saber que amé y fui amado, me dan la certeza de poder decir con total autoridad “eso ha hecho que valga la pena vivir”. El 8 de enero de 2012, terminé de leer el libro “El Prisionero del Cielo” de Carlos Ruiz Zafón, y recuerdo que lloré de emoción al leer el último párrafo del libro. De hecho, tengo la costumbre de subrayar mis libros o de hacerles anotaciones y en ese lugar escribí la fecha (por eso puedo decirla con exactitud) y escribí al margen la palabra “hermoso”.  En el libro, uno de los personajes principales y más pintorescos se casa con la mujer de sus sueños, y entonces el narrador dice lo siguiente “Al ver aquel día a mi amigo besar a la mujer que quería se me ocurrió pensar que aquel momento, aquel instante robado al tiempo y a Dios, valía todos los días de miseria que nos habían conducido hasta allí y otros tantos que seguro que nos esperaban al salir de regreso a la vida, y que todo cuanto era decente y limpio y puro en este mundo y todo por lo que merecía la pena seguir respirando estaba en aquellos labios, en aquellas manos y en la mirada de aquellos dos afortunados que, supe, estarían juntos hasta el final de sus vidas” Esa creo que es la mejor y más hermosa descripción del enamoramiento que he leído. Y la razón por la que me conmueve tanto es porque me hace recordar el beso que marcó mi existencia y viví hace ya 10 años. Es uno de esos momentos que quedan grabados en la memoria y que persisten al paso del tiempo y que cada vez que pasa por tu mente te saca una sonrisa. Además, estar enamorado es científicamente saludable porque genera secreciones que estimulan el sentirse pleno. Hay muchas personas que por diversos y respetables motivos no sonríen ni se enamoran. Hay quienes tienen amargura. Pero eso les hace perder el tiempo. Pasar un día sin sonreír o pasar una vida sin haberse enamorado al menos una vez es el equivalente a usar un cubierto de plata para cavar un hoyo en la tierra (¡simplemente no tiene sentido!). En la siguiente entrada seguiré con este tema. El penúltimo de los 11 pasos de la felicidad y la plenitud. Tengo que escribir pronto porque el 25 de diciembre cumplo 1 año de este blog y termino el proyecto (al menos en su forma actual). Mientras tanto, como dice mi amigo Freddy: auuuu!!!!

lunes, 10 de diciembre de 2012

Día 90: No perder la capacidad de Asombrarme (2)

Los acertijos y los problemas me llaman mucho la atención aunque no soy precisamente una autoridad en eso ni mucho menos. Hoy, un compañero de trabajo se acercó a mi oficina y dibujó en la pizarra que tengo un problema que me pareció interesante. No es la primera vez que Alberto hace eso, pero este problema particularmente da la apariencia de ser muy sencillo, como las cosas más complejas, y aunque pasé algún tiempo tratando de resolverlo, no lo logré. Lo dejé ahí, tarde o temprano tendré que resolverlo, y si me desespero tendré que pedirle a Alberto que me enseñe la solución. Eso sucede en mi caso, esos juegos intelectuales son los que más me asombran y cuando finalmente encuentro la solución o me la dicen puede suceder que me ría tanto por lo fácil del asunto o me enoje conmigo mismo por no ser tan “lógico”. Creo que mientras siga viviendo (y espero que sean muchos años) habrá muchas situaciones como estas que me asombrarán. Cuando digo que para mantener un paso firme hacia la felicidad no hay que perder la capacidad de asombro quiero decir con otras palabras, mantener el niño que está dentro de nosotros. Recuerdo que hace muchos años vi la película “mi encuentro conmigo mismo” protagonizada por Bruce Willis, donde él se encuentra con su yo niño y pasa muchas aventuras con él porque en su adultez había tratado de olvidar el muchacho que fue y las limitaciones que tuvo. Al principio lo trató mal, pero conforme va transcurriendo la película llega a aceptarlo y a amarlo. De pronto, cuando se da eso, desaparece el niño, y finalmente logra aceptarse él mismo con su pasado, su presente y la posibilidad de su futuro. No perder esa capacidad de asombro es reconocer que no sabemos todo, que la vida y el mundo tienen muchas cosas qué darnos. Recuerdo que uno de los poemas que más me gustan de Marlon Francisco López lleva dentro de sus estrofas los siguientes versos: “adéntrate/ porque en tierra firme/ aún hay mucho por descubrir…” Estoy seguro que cualquier adulto que considere que ya no tiene nada qué aprender o que ya no encontrará nada que le asombre, es alguien que sin duda está respirando, pero seguro no está viviendo, porque la posibilidad de encontrar retos, nuevas formas de ver las cosas o de sorprenderse simplemente, le dan un maravilloso toque a la vida. En el caso del personaje de Bruce Willis en la película que mencioné, él era un exitoso empresario de la imagen que tenía todo a su favor: una excelente carrera, una intachable reputación, propiedades y tranquilidad, pero en el fondo no tenía plenitud a pesar de todo eso, porque había ocultado su pasado, porque se avergonzaba de sus orígenes. Pero al encontrarse cara a cara con quien fue, logró ver el mundo con los ojos de un niño, con inocencia, a veces con temor infundado, y otras con alegría ilógica. Pudo por un momento no tomarse tan en serio a sí mismo y pudo sentir el sabor de la vida como no lo había hecho antes. No digo que todo el tiempo debemos comportarnos como niños o que debemos ser ingenuos de por vida. Pero si afirmo que no siempre debemos ser serios o cuadrados. La vida ofrece tantas figuras geométricas que es un desperdicio quedarse dentro del cuadrado. Quizá hace mucho que no experimentamos la sensación que un paisaje da, o bien somos tan intelectuales que nos lo creemos. Hagamos la prueba de dejar un problema en la pizarra y pensemos en él. No tiene nada de malo no saber algo. Al contrario, es una oportunidad tremenda de aprender y de sorprender a otros. No dejés que la formalidad te robe momentos mágicos. La vida es corta, y al final de cuentas lo que más se atesora son los buenos momentos. Date un chance y reviví la capacidad de asombrarte como un niño. Sin duda tus ojos te enseñarán a ver desde otra perspectiva. Y como dice mi amigo Freddy: Auuuu!!!

viernes, 30 de noviembre de 2012

Día 89: No perder la capacidad de asombrarme (1)

En julio de este año leí el libro sobre el Enigma de Fermat e incluso dediqué un par de entradas a lo que descubrí por medio de esa lectura. Lo maravilloso del asunto es que siempre he sido una persona que le huye a los números porque definitivamente creo que no esa inteligencia (la numérica) no es la mejor desarrollada en mí. No obstante, con cada uno de los problemas que fui entendiendo en ese libro sentí la misma sensación que tenía cuando leí el primer libro completo de mi vida: “El Hombre que Calculaba”. Siendo un niño leí esa historia, la cual, casualmente está centrada en los números también. Conforme iba leyendo esa poesía convertida en números mi infancia fue descubriendo maravillas ocultas en el mundo fascinante de la aritmética, el algebra y el cálculo. Ahora que tengo 38, el enigma de Fermat y los demás problemas que lo antecedieron, me regalaron ese sentimiento que uno tiene cuando descubre cosas nuevas. Cuando uno entiende cosas que antes le eran desconocidas. Cuando uno se asombra. En el camino a la plenitud el paso 9 es justamente ese: No perder la capacidad de asombro. Porque cuando nos enfocamos en que somos personas serias y que todo lo conocemos o dominamos, nos perdemos esa chispa que se encuentra en un sentimiento tan primitivo pero tan gratificante a la vez: el asombro. Cuando niños si aprendíamos una nueva palabra o lográbamos resolver una suma nos sorprendíamos y esos instantes nos daban la sensación de que éramos súper héroes. Después cuando fuimos creciendo, adquirimos “madurez” y se nos fue olvidando esa capacidad de ver las cosas como niños. No digo que debamos comportarnos inmaduramente, sino que deberíamos de ver el mundo con esa inocencia de los infantes y ver que todas las cosas que suceden y que nos rodean son un milagro. EL hecho de amanecer y respirar es para sorprenderse porque cada día mueren decenas de miles de personas en el mundo. Recuerdo que cuando era niño y subí por primera vez al teleférico me sorprendí al ver desde arriba el lago de Amatitlán. Cuando tuve 24 años y me subí por primera vez a un avión la visión fue sobre las nubes y fue emocionante ver el cielo. Incluso ahora, cada vez que subo a un avión, me emociono de ver las nubes. Siempre pido un asiento de ventana, porque me gusta ir observando las maravillas que desde acá abajo no se ven. Ahora que vivo solo, ya no tengo a Verdell conmigo y solo lo veo los fines de semana que voy a la casa de mis papás. Pero el abrazar a mi perrito, acariciarlo y ver el lazo que tenemos no solo me conmueve, sino que me sorprende porque se ve en él la misma felicidad que tengo cuando lo veo. Cuando abro un nuevo libro y me atrapa, se encanta encontrar giros que no me imaginaba en las narraciones o ideas sublimes en los poemas. Estoy seguro que el no haber abandonado (aunque sea en una pizca) la capacidad de asombrarme, me ha permitido tener momentos agradabilísimos y aprender mucho. No solo es importante ser agradecido o planificar, tener mucha fe o perdonar, es necesario tener ojos de niño para que este mundo maravilloso se aprecie en su verdadera hermosura. Y como dice mi amigo Freddy: auuu!!!

viernes, 23 de noviembre de 2012

Día 88: Cena de Acción de Gracias

Ayer fue día de acción de gracias en los Estados Unidos, y aunque parezca malinchista, a mí me gusta esa celebración porque creo que el dar gracias siempre es bueno, y tener una celebración específica me parece buena idea. Por esa razón desde hace algunos años organizo una cena en la que invito a personas a las que deseo darles muestras de agradecimiento. Ayer no fue la excepción y nos reunimos en la casa de mi amigo Herbert, quien gentilmente me presta su espacio cuando somos un grupo grande ya que en mi departamento cuando somos 5 personas ya parecemos una multitud. Y ayer éramos 12. La cena la hago al estilo “tortrix” porque como no me gusta el pavo, hago pollos y ayer mi madre me ayudó haciéndolos horneados con salsa de cerveza. Acompañe con mi tradicional ensalada de 3 tipos de lechuga, con semillas de marañón, ajonjolí, gajos de mandarina en almíbar y kiwis, con aderezo de limón, miel y salsa soya. Y para rematar un puré, que para ser francos, fue lo único que no estuvo bueno. Edgar y Manolo llevaron una botella de vino cada uno. Jorgito llevó las baguettes y Marvin se lució con el pastel que llevó. Ya casi al final llegó Miguel con unas galletas de mantequilla, espectaculares. Y durante la cena hablamos de muchas cosas. Hubo una ronda en la que todos compartieron cómo fue que me conocieron. Y fue divertido hacer memoria de eso. Con el único que no logramos construir cómo nos conocimos fue con Jorgito con quien tenemos más de 15 años de ser amigos. Estuvimos haciendo bromas y chistes. Nos tomamos las respectivas fotografías para subirlas al Facebook. Estuvo presente mi hermana Helen, quien durante los últimos 2 años se ha acercado más a mí. En general, pasamos una velada muy bonita y sana. Solo faltó Jaime y fue una gran ausencia, no solo por el peso físico sino por el peso moral y de diversión que representa, pero espero que el próximo año esté.  Ya casi al final de la cena, Miguel propuso que todos habláramos sobre las cosas por las cuáles debíamos dar gracias. Hicimos una ronda y cada uno dijo cosas distintas. Lo hermoso del caso fue que cuando cada uno habló, se notaba que sí estaban seguros de que la vida, a pesar de ser difícil en muchas ocasiones, nos da motivos para estar agradecidos. Desde el hecho mismo de despertarnos hasta el contar con la familia, pasando por los amigos, la comida, el trabajo,  y la salud. Fue una de esas ocasiones que vale la pena guardar entrañablemente en el corazón. En algún momento leí un artículo que salió publicado en uno de los periódicos del país donde se veía un extracto de un discurso pronunciado por Steve Jobs en la Universidad de Stanford en 2005. En él, Jobs aconsejaba a los jóvenes a no ser otros sino ellos mismos porque la vida es muy corta como para desperdiciarla en tratar de ser lo que los demás quieren de nosotros. También les contaba cómo había sido diagnosticado con cáncer pancreático y que de pronto la certeza intelectual de la muerte se había convertido en una certeza material. Ese hecho le cambió la perspectiva en muchos aspectos y tuvo oportunidad de revalorar lo que tenía y hacía. En la noche de acción de gracias, los estadounidenses recuerdan lo agradecidos que los colonos estaban con el Creador por no haberlos dejado perecer en su travesía del viejo continente a América y con los nativos que habían compartido sus provisiones y conocimientos de agricultura con ellos. Yo he tomado como pretexto esa celebración para decirles a algunas personas “gracias” por ser parte de mi historia y por regalarme tiempo. Hay otras ocasiones en las que me reúno con otras más y es la ocasión de hacerlo. La vida es muy corta. Tengo 38 años, casi 39. Y no puedo dejar pasar los días y los años sin agradecerles a quienes son importantes para mí. Es por eso que con esta entrada TE DOY GRACIAS A VOS QUE LEES MI BLOG, porque con el tiempo que invertís en leerme, me das la certeza de que estoy haciendo algo que vale la pena, y porque aunque posiblemente no nos conocemos, compartimos ideas y la condición maravillosa de ser humanos. Un abrazo a la distancia. Y como dice mi amigo Freddy: auuuuu!!!!

domingo, 18 de noviembre de 2012

Día 87: Los recuerdos y el presente.

“Las personas felices recuerdan más momentos felices, y las deprimidas, los tristes. Estas últimas tienen tantas experiencias agradables como cualquier otra persona, lo único que apenas se acuerdan de ellas”. Yo tengo la costumbre de subrayar todos los libros que leo. Trato de resaltar las frases que me parecen impactantes o que tengo la sensación de que en algún momento de la vida me van a servir. Hoy estaba ojeando nuevamente el primer libro de Gretchen Rubin y en la página 137 encontré subrayado el párrafo con el que comencé esta entrada. Hacía una semana aproximadamente me había topado con esta misma lectura y me surgió la idea de dedicar un poco de tiempo a escribir sobre eso. Lo dejé un poco en salmuera. Hoy domingo 18 de noviembre fui a la iglesia y mi sorpresa fue que el Doctor Jorge H. López habló desde el púlpito sobre la importancia de los buenos recuerdos. En concordancia con lo dicho por Rubin, el doctor López sentenció que todos tenemos buenos y malos recuerdos y que los recuerdos producen sentimientos y esos sentimientos determinan la forma en la que actuamos, por esa razón es que cuando tenemos malos recuerdos actuamos empujados por la ira, la tristeza, el desánimo o la maldad, mientras que cuando tenemos buenos recuerdos hacemos cosas buenas y en consecuencia somos más felices. Finalmente, dijo una frase que me pareció una bomba: “si creemos que solo el pasado fue bueno y no somos felices con nuestro presente, nunca podremos ser felices realmente”. Eso fue muy fuerte pero al mismo tiempo veraz, porque si vivo atrapado en los recuerdos creyendo que solo lo pasado fue bueno y no valoro lo que tengo en la actualidad, nunca voy a estar completo porque seguramente siempre querré más. Como dijimos al inicio, los recuerdos felices hacen revivir buenos momentos, pero también debemos estar conscientes de que en el presente (como en el pasado) tenemos cosas por las cuales sentirnos verdaderamente agradecidos. Ayer por ejemplo, tuve un día corridísimo y fabuloso, luego de ir a estudiar a mis clases de inglés, asistí a la boda de unos amigos. Tanto a Alam como a Lisbeth los conocí por trabajo y me sorprendió recibir la invitación a su enlace matrimonial porque todavía los veo yo como unos jovencitos. En la mesa de la recepción coincidí con antiguos compañeros de trabajo y comenzamos a hablar de las experiencias agradables vividas y pasamos un momento alegrísimo. El convivir con ellos fue espectacular, el rememorar las cosas buenas que hacía años atrás habíamos compartido también fue genial. Luego de la recepción vespertina, me fui corriendo a encontrarme con mi mamá, mis hermanas y mis sobrinos porque juntos íbamos a observar el desfile navideño que organiza uno de los principales bancos de Guatemala. Tomé varias fotos, y mientras esperábamos que pasaran las carrozas y las bandas escolares, estuvimos platicando entre nosotros sobre el año pasado y sobre la época navideña de 2011. Pasamos un tiempo compartido espléndido. Cuando comenzó el desfile pasó la banda marcial del colegio en el que me gradué de secundaria (El colegio San Sebastián) y comenzaron a aflorar recuerdos de cuando fui adolescente y marchaba tan pulcramente con la lira o el tambor en la banda musical. Recordé esos buenos momentos de la juventud, pero el hecho de estar compartiendo ese instante con mi familia fue simplemente maravilloso. Ahora mismo, mientras escribo estas líneas (como seguramente lo hizo Adso de Melk al rememorar lo que vivió y se plasmó en la historia del Nombre de la Rosa), estoy disfrutando lo que pasó ayer, pero estoy convencido de que tener el chance de estar frente a mi laptop, beber la naranjada que tengo a mi lado y releer la entrada me dan un instante de felicidad que no cambiaría por nada, porque lo que ayer pasó es un hermoso recuerdo (nada más) solo tengo mi ahora mismo, y en verdad es sensacional. Y como dice mi amigo Freddy: auuuu!

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Día 86: No tomarte tan en serio a vos mismo (Parte 2)

Hace dos días, por asuntos estrictamente profesionales me comuniqué con un conocido con el que hemos llevado una relación distante. Nos saludamos donde nos encontremos y decimos las fórmulas comunes de cortesía, pero nunca habíamos pasado más de un minuto conversando. No obstante en ese día tuvimos ocasión de charlar más detenidamente y me sorprendió que dentro de la charla, Alfredo me dijo que antes yo le parecía “distante, elitista y grosero”. Al principio me sorprendió pero luego me hizo reflexionar sobre la imagen que yo proyectaba con anterioridad. A veces levantamos una imagen de nosotros mismos como una muralla para que no descubran que somos personas sensibles y vulnerables. Creo que ese fue mi caso durante muchos años. Estoy consciente de que en muchas ocasiones mi forma de actuar fue muy petulante, y es que no es la primera persona que me dice que antes de conocerme le parezco eso. De hecho he notado que muchas personas de mi generación se dan mucha importancia, y no como una muestra de amor propio, sino como una máscara para encontrar aceptación y un lugar social. Recuerdo a una excompañera de trabajo que hablaba sobre sus muchos viajes al extranjero y embelesaba a todos, pero casi nadie sabía de las tremendas deudas que acarreaba. A veces proyectamos que nos tomamos muy en serio a nosotros mismos, pero en realidad lo que hacemos es dar una imagen. Nos gusta parecer impecables, es agradable que otros piensen que somos un modelo a seguir. Y todo eso no está mal, lo complicado es cuando nos llegamos a creer tanto eso que menospreciamos a nuestros semejantes. El punto es, que hay que tomarnos más holgadamente. No creernos tanto, para que la gente a nuestro alrededor en realidad se preocupe por nosotros o les interesemos por lo que somos y no por lo que tenemos o por lo que aparentamos tener. En realidad cuando comenzamos a interesarnos más en las demás personas es más agradable la convivencia con los que nos rodean. Adicionalmente, no todo lo que hacemos y decimos tiene que ser correcto. Somos humanos y cometemos errores. Esto no es un llamado a ser mediocres o algo por el estilo, es simplemente aceptar que no siempre puede ser perfecto todo. Cuando aprendemos a reírnos de nosotros mismos y de nuestros errores en vez de autoflagelarnos, logramos aprender en lugar de lamentarnos. De hecho hace unos días escuché en la radio a una motivadora que afirmaba que en la mayoría de las veces hablamos mucho sobre lo hermoso que es el perdón hacia los demás pero pocas veces hablamos sobre el remordimiento. El no perdonarse personalmente por los errores puede generar estrés y en consecuencia ser un estorbo para tu propia felicidad. Parte de no tomarte tan en serio a vos mismo también es  aprender a reírte de vos mismo. A hacer una lección de vida tus errores y no un drama trágico.  El trabajo y las relaciones profesionales son serias y hay que tomarlas en serio, pero en medio de la seriedad hay que saber tomar un descanso y bromear. Uno de los principios de actuación del código de ética de la organización en la que trabajo dice “pasamos 8 horas al día en el trabajo, lo menos que podemos hacer es pasárnosla bien”. Esa debería ser una declaración no solo para el trabajo sino para la vida entera. Y como dice mi amigo Freddy: auuuu!!!

domingo, 11 de noviembre de 2012

Día 85: No tomarte tan en serio a vos mismo (Parte 1)

Una de las razones fundamentales por las que nos ofendemos es que consideramos que las palabras dichas por otras personas o sus acciones no son acordes al valor que nosotros mismos tenemos. Sin embargo, cuando estamos seguros de ese valor que cada uno debemos darnos, no deberíamos esperar que otros lo reconozcan o le rindan pleitesía, simplemente es y con eso debería bastarnos. En muchas ocasiones nuestros días y nuestra vida se alejan del camino de la felicidad porque dejamos que las palabras o acciones de otros nos ofendan. El poder de la ofensa no depende del ofensor sino de la importancia que el ofendido le da. Por esa razón el paso número 8 del camino que he propuesto para la plenitud dice “no tomarte tan en serio a vos mismo”. Porque solo si te tomás muy en serio y te creés las posiciones o títulos que ostentés, considerarás que otros te están ofendiendo. Hace poco en mi oficina ocurrió un asunto que va muy acorde a esto que escribo. Resulta que una directora fue a la oficina de una gerente y le alzó la voz (porque ella generalmente habla así) sobre un asunto que ambas estaban viendo con un cliente corporativo. Después de ese hecho la gerente llegó a mi oficina y casi con lágrimas en los ojos me comentó que se había sentido humillada y que no podía soportar que le hablaran así porque ella era una profesional  y además en su casa no la habían acostumbrado a ese trato. Yo le dediqué tiempo a escucharla y se desahogó del enojo que sentía. A los días, tuve una reunión con la directora que alzó la voz y dentro de la conversación le mencioné que en los últimos días había estado alzando mucho la voz y que no era muy bien percibido por los colaboradores, incluso le dije “una llamada de atención suya no la quisiera recibir porque me parece que a veces puede llegar a ser grosera”. Entonces ella me dijo que durante esas semanas había estado sometida a mucha presión y que se sentía mal incluso consigo misma. Luego, en un momento que consideré oportuno le dije que la vez que había llegado a hablar con la voz alta a la gerente X, había sido un poco dura y que esa persona se había sentido muy mal. Entonces me dice ella, pero cómo puede ser posible eso? Yo no quería ofenderla. Entonces me agradeció que se lo hubiera hecho ver y a los pocos días la directora llamó a su oficina a la gerente y le pidió disculpas por su comportamiento. Días después, tuvimos otra reunión con la directora y me comentó que estaba sorprendida porque ella había creído que le había hablado feo por el cliente C, pero en realidad el caso según la gerente era de otro cliente. Entonces me dice la directora “es increíble cómo uno puede herir a las personas y no darse cuenta”. Al final lograron reconciliar sus diferencias. Sin embargo aprendí 2 cuestiones interesantes:  1.la gerente se tomaba muy en serio y llegó a sentirse realmente herida y ofendida; y 2. La directora no tenía idea de que había ofendido a la gerente si no es que se lo comento. Al decir que la gerente se tomó muy en serio no estoy diciendo que debemos permitir que nos falten al respeto, no, nunca. Sin embargo, creo que tampoco debemos permitir que las ofensas de otros nos afecten al grado de hacernos sentir frustrados, porque como en este caso la directora no tenía idea de lo que había causado y la gerente estaba muy mal. Lo importante cuando alguien te falta al respeto es esperar a que se calmen las aguas y hablar directamente, de frente con el ofensor para exponerle cómo te sentís sobre ese asunto. Y eso no se da solo en lo laboral, también en todo tipo de relaciones. Hay ocasiones en las que la otra persona no acepta el hecho o toma a mal lo dicho. No importa eso, lo realmente valioso, es que no le das las llaves para afectarte negativamente. Cuando te tomás muy en serio a vos mismo, les das las llaves de tu ánimo a otros y eso es muy peligroso. En la siguiente entrada seguiré tratando este tema. Mientras tanto como dice mi amigo Freddy: auuuu!!!!

domingo, 4 de noviembre de 2012

Día 84: Perdonar Sinceramente (parte 3 y final)

Hoy domingo 4 de noviembre encontré en la revista del periódico Prensa Libre la publicidad de una famosa librería en la que anunciaban el libro “El Perdón y la Salud” de Ana Cristina Morales. Dentro de la breve reseña del libro dice “Todas las personas necesitamos pedir perdón o perdonar en el transcurso de nuestra vida. No solo nos prolonga la vida material, sino que nos proporciona una serie de herramientas que hacen muchísimo más feliz la vida diaria”. No he tenido ocasión de leer el libro, sin embargo estoy seguro que pronto lo compraré, lo leeré y lo comentaré en este blog. No obstante, me pareció fabuloso que se dedicara una obra completa al tema y a los hallazgos científicos de la conveniencia de perdonar para mantener una salud integral verdadera. Ingresé a la web de la editorial que está promocionando el libro y hay una sinopsis que amplía sobre el contenido del libro. En las últimas entradas me he dedicado a asegurar que dentro del camino a la plenitud es indispensable “Perdonar sinceramente”, que el hecho de hacerlo es una decisión (no fácil pero necesaria) y que el primer paso debe ser perdonarnos a nosotros mismos por ser dejados y cerrarnos las puertas. Jamás pensé que el hecho de aconsejar que se perdonara fuera a causar varios comentarios en mi inbox en los que se me decía que no es posible practicarlo siempre porque la realidad de las cosas es distinta a lo que se escribe en los libros y porque hay circunstancias que son imposibles de perdonar. No estoy de acuerdo con ninguna de las 2 afirmaciones, porque los libros generalmente hablan de otros libros o de la experiencia de la vida, por lo tanto los que se elaboraron a partir de lo que otros han vivido aportan datos extraordinarios. Y sobre lo segundo, creo que hay circunstancias muy duras y excesivamente difíciles de afrontar, pero no creo que exista alguna como para no perdonar. Conozco la historia de dos padres de familia que vivieron el secuestro de su hijo mayor, quien estaba por cumplir la mayoría de edad, y quien a apareció muerto a pesar de que la familia había pagado el rescate. Ellos afirman que el hecho fue muy duro (es indiscutible) pero a través del perdón a la gente que hizo esa atrocidad lograron con el tiempo aminorar el dolor de la irreparable pérdida y desprenderse de un sentimiento de amargura que les estaba impidiendo seguir con sus vidas. Además de ella está mi propia historia, que en varias ocasiones he comentado a cerca de lo difícil que fue mi infancia por las situaciones que provocaba mi papá cuando llegaba ebrio a casa, sin embargo, el proceso de perdonarlo y de seguir adelante con nuestro lazo familiar me ha hecho más fuerte y me permitido no vivir con un peso (de rencor) que llevé durante muchos años. Sin duda alguna, en la existencia de cada uno de nosotros hay muchas cosas qué perdonar y a muchas personas que tenemos que entregarles ese regalo. Cuando finalmente nos decidimos a darlo, los más beneficiados somos nosotros mismos. Ya lo dice la reseña de la doctora Morales, no solo logramos paz interior, también evitamos problemas físicos que se manifiestan cuando vivimos una vida de amargura. Si en tu vida hay problemas de salud que no se logran resolver o que los médicos no logran sanar a plenitud hay que preguntarse si no hay un trasfondo de amargura que quizá sea la causa-raíz del asunto.  De cualquier manera, el tener una vida sin tanta carga negativa depende de vos mismo. Perdonar sinceramente es quizá la parte más complicada del camino hacia la plenitud, pero transitar por él es sin duda la experiencia más liberadora que podás imaginarte. Es tiempo de que intentés pasar por ahí, no tenés nada que perder y sí mucho qué ganar. Y como dice mi amigo Freddy: auuu!!!

jueves, 25 de octubre de 2012

Día 83: Perdonar Sinceramente (Parte II -autoperdón-)

Hoy en día muchas personas, tanto hombres como mujeres, nos obsesionamos por la figura y la apariencia. Nos inventamos cuanta dieta se pueda ocurrir, gastamos cantidades grandes de dinero y de tiempo en recetas milagrosas para adelgazar, nos gusta comprar buena ropa y costosísimos perfumes, e incluso llegamos a pagar el gimnasio y vamos solo una o dos veces al mes. El otro extremo es el de la gente que busca una moda o una “tribu urbana” para integrarse a un colectivo aunque al inicio no esté 100% de acuerdo con ella. También hay quienes se meten en la depresión total y se alejan de la colectividad o bien no están deprimidos pero se apartan de la gente. Conozco de hecho a alguien, a quien llamaré Wagner, quien tiene un potencial inmenso de inteligencia, se le dan los números y la computación increíblemente, ya se graduó de la universidad como periodista profesional pero desde hace años trabaja como bodeguero en una agencia de una empresa de telecomunicaciones. Cuando se le pregunta por qué no busca algo mejor para desarrollar su carrera contesta que está muy cómodo ahí y que le gusta que nadie se mete con él y que gana lo suficiente para subsistir. También hay quienes abandonan sus estudios por el pretexto de que el trabajo los absorbe y que tienen muchas obligaciones y se niegan un mejor futuro para sí y sus familias y se quedan corriendo como diría Robert Kiyosaky “la carrera del hámster”. Otros muchos optan por dedicarse a la diversión y a gastar el dinero desmesuradamente y no guardan para los momentos de emergencia. Y de esta manera hay miles de actuaciones y de personas que, por sus acciones, se niegan a sí mismas un mejor futuro y mejores oportunidades. Dentro de los pasos que he estado exponiendo, quizá uno de los más polémicos es el del perdón, porque como han escrito muchos, es muy complicado otorgarlo y tomar la decisión de darlo, en vista de que muchos hemos optado por seguir en la corriente y no contra ella. La primera decisión que hay que tomar al respecto es la de perdonarse a sí mismo. Es quizá la más complicada de las decisiones que hay que tomar porque generalmente la gente está en cualquiera de los 2 extremos: 1. Quienes creen que lo que han vivido, hecho o son es tan malo que no pueden alcanzar perdón o 2. Quienes consideran que no han vivido, hecho o son malos y que por lo tanto no tienen nada por lo cual perdonarse. Ambos extremos, como casi todo en la vida, son peligrosos. El primero porque generalmente conduce a las personas a la depresión y en casos muy extremos al fatídico suicidio y el segundo porque hace que las personas pierdan el respeto por los absolutos y los valores y en consecuencia no solo se afectan a sí mismos sino que también a los que los rodean. Si estamos obsesionados por la figura y las apariencias es porque generalmente no estamos conformes con nosotros mismos, y eso es muestra de que no nos amamos y por lo tanto debemos iniciar perdonándonos el no hacerlo. Si gastamos en mucha ropa y lociones y pagamos gimnasio sin ir tenemos que perdonarnos por no valorar el dinero que nos cuesta y porque de alguna manera estamos buscando satisfactores externos. Si estamos dentro de un grupo o una moda que no nos llena pero que nos da sentido de pertenencia, tenemos que perdonarnos por no valorarnos y no tener las agallas de buscar un mejor sitio para nosotros. Si somos como Wagner que a pesar de tener un gran potencial desperdiciamos lo que somos y tenemos, es necesario que nos perdonemos por cerrarnos las oportunidades a un mejor futuro. Si creemos que lo que hemos hecho, somos o pensamos no está bien y es imperdonable hay que preguntarnos por qué somos verdugos tan implacables y aprender a perdonarnos. Si estamos en mal camino corregirlo pero no seguir llevando las piedras de la pena por el pasado que ya finalizó. Al final de cuentas, será imposible que podamos otorgar perdón a otros si primero no aprendemos a darnos perdón a nosotros mismos, porque generalmente la persona más injusta con vos, sos vos mismo. Es tiempo de perdonar y de marcar una línea de reinicio. Lo hermoso de la vida es que nunca es tarde para corregir el camino. ¿Estás dispuesto a tomar la decisión? Y como dice mi amigo Freddy: Auuuuu!!!

domingo, 21 de octubre de 2012

Día 82: Apostilla al tema del Perdón.

Interactuar por medio de las redes sociales y por medio de este blog me ha enriquecido de sobremanera, ya que he conocido las perspectivas y la forma de ver la vida de mucha gente que de otra forma me habría sido imposible conocer. Hace unos días escribí la primera parte sobre el perdón, y rápidamente recibí retroalimentación de varias personas. Algunos dejaron su comentario acá en el blog, otros lo hicieron en Facebook, y otros más lo hicieron por correo electrónico. Hubo particularmente 2 comentarios que quisiera comentar por lo profundos que me parecieron. No deseo rebatirlos o apalancarlos, porque las experiencias de cada quien son distintas, pero sí considero oportuno hablar un poco más sobre ellos. El primer comentario decía más o menos así: “Difícil tema el perdón se dice fácil, pero lo cierto es que algunas veces lleva años y algunas veces no se consigue”. Ese comentario me pareció parcialmente acertado ya que sí es cierto que es más fácil escribir o hablar del perdón que llevarlo a la práctica, porque las heridas que muchas veces se producen en la vida de las personas y en las nuestras son muy profundas. Sin embargo, donde consideré que yo no estaba de acuerdo fue en la parte donde se dice que algunas veces no se consigue, y no porque sea mentira, al contrario es una verdad absoluta, sino porque de alguna forma es, a mi parecer, una declaración de derrota. Porque perdonar es una decisión, lo que significa que si algunas veces no se logra no es porque sea imposible sino porque simplemente el que debe otorgarlo no lo quiere dar. Estoy totalmente consciente de que dar ese paso es muy difícil. Pero justamente por lo dificultoso que suele ser, es que la persona que lo da se engrandece y dignifica al género humano. Es más fácil guardar rencor, buscar venganza y odiar, que dar perdón. Sin embargo, esos sentimientos solo desgastan, amargan no dejan avanzar. En muchas ocasiones hay que tomar decisiones radicales, y perdonar es una de ellas. Lo que todo mundo dice no necesariamente es lo más acertado. Si casi todo mundo te dice que es mejor no perdonar, casi todo mundo está equivocado. El otro comentario del que quiero hacer referencia decía más o menos así: “yo sí perdono pero no olvido, y si puedo me vengo….eso quita muchas piedras de mi alma”. Aunque respeto la opinión de todos, justamente mi visión de perdonar trasciende lo que la mayoría cree. No quiero sonar arrogante, pero repito que si todo mundo dice algo, generalmente trato de apartarme de eso porque generalmente es incorrecto. El perdón implica dejar atrás todo, incluso el deseo de venganza. Humanamente es justificable que se quiera tomar la justicia por las propias manos, sobre todo cuando los sistemas son inoperantes, como en el caso de Guatemala, pero tomar la decisión de no vengarse también es sinónimo de grandeza. El líder indio Mahatma Gandhi dijo en una ocasión “Ojo por ojo, y el mundo se quedará ciego”. Porque la espiral que desatan las venganzas no tiene buen final. Todos pierden, nadie gana. Agradezco a los amigos que mandaron esos comentarios, justamente parte de la madurez está en poder exponer puntos de vista disímiles y seguir teniendo concordia. En la siguiente entrada seguiré con la segunda parte del tema del perdón. Mientras tanto como dice mi amigo Freddy: auuuuu!!!

sábado, 20 de octubre de 2012

Día 81: La Revolución del 20 de Octubre en Guatemala.

Hoy 20 de octubre se celebra en Guatemala un aniversario más de la “Revolución del 44”. Este año 2012 fue día sábado así que muchos no notaron la diferencia. Además muchos de los jóvenes tecnológicos no tienen idea de por qué existe este día nacional. Durante muchos años había estado en el poder el dictador Jorge Ubico hasta que fue removido por una alzada militar y ocupó la presidencia de Guatemala Federico Ponce Vaides, quien a la postre resultó ser un dictador también. Por primera vez en la historia guatemalteca los sectores que generalmente son antagónicos se unieron para derrocarlo. De esa suerte, militares, estudiantes y trabajadores organizados logran la alzada, termina la dictadura y se llama a elecciones libres donde posteriormente resulta electo como Presidente el Doctor Juan José Arévalo, quien según el entender de los mayores, ha sido quizá el mejor presidente del país. Durante esa época se convoca a una asamblea nacional constituyente que divulga la primera constitución guatemalteca de tinte social cuando en Europa estaba sucediendo la segunda guerra mundial. Se aprueba el Decreto 316 que más tarde es modificado por el 1441, convirtiéndose Guatemala en uno de los países más progresistas por su Código de Trabajo. Se le da autonomía a la USAC y se crea el Seguro Social. Al terminar la presidencia de Arévalo el país había avanzado en solo 4 años lo que muchos otros en América Latina ni siquiera soñaban. Parecía que la historia al fin hacía justicia a Guatemala y en las segundas elecciones de la primavera revolucionaria, resulta electo Jacobo Arbenz Guzmán. El tema de la expropiación de tierras por el Decreto 900, así como sus enfrentamientos con la United Fruit Company (hoy Chiquita) y la Internacional Railways hacen que la CIA organice un golpe de estado y 10 años después de la gesta del 44, todo se acaba. La primavera termina y el avance se detiene. En pocas líneas he tratado de resumir el por qué del 20 de octubre para las nuevas generaciones que saben muy bien de cómo descargar canciones en i-tunes pero no saben por qué hay descanso este día. Mucha gente ha manoseado aquella gesta y ha querido enarbolar la bandera de los héroes del 20 de octubre. Hoy en día incluso algunos desvelados salen a las calles a “manifestar” y a llenar de pintas las calles y comercios y a destruir los monumentos, supuestamente defiendo los derechos la clase trabajadora. Sin embargo, los que sí trabajamos o descansamos en casa o nos tocó trabajar. Esos autodenominados manifestantes manosean la gesta del 20 de octubre. Probablemente a algunos colegas y amigos de hueso colorado les parecerá un sacrilegio lo que escribo pero lo cierto del caso es que hoy en día la forma de construir un mejor país no es haciendo pintas, ni obligando a otros a cerrar sus comercios por miedo al vandalismo, la forma de manifestar y de ser consecuentes con los hechos del 44 es siendo honestos, generando acciones e ideas para desbaratar las estructuras de corrupción que están en raizadas en las instituciones gubernamentales. Es trabajar y dar buena educación a los alumnos, es generar fuentes de empleo, es no pagar “mordidas” cuando los señores de Emetra las exigen. Eso sí es manifestar y ser consecuentes. Sé que mi blog nunca ha tratado temas políticos, y no es mi intención dedicarlo a ese segmento. Sin embargo, hay días, como hoy en lo que se hace necesario hablar de lo que pasa. Sé que existimos muchos hombres y muchas mujeres que confiamos en nuestro país. Que no violamos el derecho de locomoción de otros y que respetamos la propiedad ajena y la nacional. Que pagamos nuestros impuestos. Que trabajamos para llevar el pan a nuestras casas y sostener a nuestras familias. Que no hablamos muchas veces porque estamos ocupados construyendo el futuro. Por nosotros, por los jóvenes que no conocían la historia del 20 de octubre, por la vida y por la honestidad: Feliz 20 de octubre!!!!!!! Y cómo dice mi amigo Freddy: auuuu!!!

martes, 16 de octubre de 2012

Dia 80: Perdonar Sinceramente (parte 1)

¿Qué pasaría si hoy consiguiera una mochila enorme con la cual voy a andar todos los días a todos los lugares, y cada día metiera piedras en ella? Seguramente la primera semana podría ser soportable el peso, pero conforme fueran pasando los días, y los meses, incluso los años, el peso me haría desfallecer. Esa anécdota la leí hace algún tiempo en un blog y me pareció muy cierta cuando de los rencores, las tristezas y los dolores se trata. Esa mochila es el alma, las piedras son esos sentimientos negativos que nos van llenando de peso por dentro. En la vida estamos muy propensos a sufrir. Desde niños a muchos nos tocó tener experiencias difíciles y en cada etapa se van quedando personas que nos lastiman. La vida está llena de piedras por coleccionar y llevar a cuestas. El problema es que pesan mucho y no nos permiten avanzar. Yo conozco personas que después de 20 años siguen teniendo rencor contra una persona que les hizo daño. Y muchas veces el otro individuo ya hasta falleció, y sin embargo el dolor provocado sigue carcomiendo a quien no suelta esa carga. Ya en otras entradas he hablado sobre el libro “Grandes Esperanzas” de Charles Dickens, y de Miss Havisham, quien vivió los últimos 30 años de su vida amargada por el hombre que la dejó plantada en el altar. Tanta era su amargura que incluso formó a una hija adoptiva para que enamorara y despreciara a los hombres como una venganza de ella contra el género masculino. Al final de sus días, Miss Havisham reconoce que haber llevado consigo aquella tristeza no le produjo nada y por el contrario le hizo desperdiciar hermosos años de su existencia. En la trilogía de “Millenium”, Lisbeth Salander se topa con varios momentos en los que debe tomar una decisión: tomarse la justicia en sus manos o dejar que el peso del rencor se vaya. El momento más impactante sucede cuando teniendo todos los mecanismos para deshacerse de Zalachenko (quien a la postre es su padre) prefiere que la justicia (que por cierto nunca la había tratado bien) se haga cargo.  En el libro Tibetano de la Vida y la Muerte, Sogyal Rimpoché asegura que “mientras tengamos mente, habrá pensamientos y emociones”. Dicho de otra manera, mientras existamos seguramente habrá ocasión de ser heridos y otras de ser sanados, y los recuerdos seguirán ahí. El paso más importante para liberar a las personas es el perdonar. La etimología de esa palabra es especialmente interesante porque en español viene del latín “per” y “donare”, que traducido ideográficamente sería algo así como “semejante a dar”.  Es decir una acción por medio de la cual se entrega algo. Perdonar es entregar libertad (tanto al que lo da como al que lo recibe). La cuarta acepción del diccionario de la Real Academia Española dice que perdonar es “renunciar a un derecho”. En el mundo común y corriente, cuando hemos sido ofendidos o heridos se supone que tenemos el derecho de cobrarnos la ofensa, cuando perdonamos, renunciamos a eso. Por esa razón es falso cuando alguien dice: “perdono pero no olvido”, como en forma de amenaza. La acción de perdonar lleva consigo la de dejar que los recuerdos de la herida o la ofensa no tengan poder sobre nosotros. El séptimo paso de mi camino a la plenitud señala que hay que Perdonar sinceramente. No es posible avanzar hacia la búsqueda de la felicidad o de la plenitud si dentro de nuestro corazón guardamos rencor o tristeza por acciones que otros hayan tenido contra nosotros. Estoy seguro de que hay situaciones que son difíciles de perdonar, pero ninguna de ellas vale lo suficientemente la pena como para que tu vida ande cargando una mochila de piedras que lo único que hace es detenerte. Ya lo he escrito y lo repito, perdonar es entregar libertad, primeramente a vos mismo y después a quien te ofendió. La opción de perdonar necesita la decisión eso sí, de hacerlo sinceramente, porque cuando se perdona solo de palabra, las secuelas del rencor y del dolor siguen latentes. Durante estos días estaré contando más a cerca de mi experiencia perdonando y las de otros amigos para que por medio de esas vivencias podás entender que la vida exige decisiones importantes y una de ellas es perdonar. Y como dice mi amigo Freddy: auuuu!!!!

miércoles, 10 de octubre de 2012

Día 79: Verdell, mi razón para defender a los animales.

En el mundo las personas tienen diferentes vocaciones de vida. La mía no es ser padre, ni esposo ni nada convencional. Pero admiro a quienes tienen ese privilegio y cumplen a cabalidad los papeles que les tocaron. A pesar de todo eso, tengo una pasión (recién adquirida hace 2 años): mi perrito. En noviembre de 2010, llegó a mis brazos por primera vez ese cachorrito. Hasta ese momento yo no había querido tener una mascota desde que El Goyo, mi pastor alemán, desapareció cuando yo tenía 8 años (hacía 28 años de todo eso). Sin embargo cuando lo vi en la tienda de mascotas y se acercó a mí hubo un click. Eso que sucede solo unas pocas veces en la vida. No podía permitir que alguien más lo llevara. En ese mismo instante lo compré y se vino a casa. Como era un bebecito de apenas 2 meses, pasé de una vez a comprar una pañalera, ropita para cama, una colchita, sus implementos de limpieza e hice la cita con el veterinario para que comenzara a verlo. Ese fue el primer día que Verdell Alexander Constantino estuvo conmigo. Han pasado 2 años y me encanta. Ahora que vivo solo ya no lo tengo conmigo porque no creo que una criaturita deba crecer sola (casi todo el día paso fuera de mi apartamento). Está en casa de mis papás donde siempre hay gente. Pero cada domingo que voy allá, mi schnauzer hace una de fiestas que me hace feliz el día. Él es una parte importante para mí. Le digo “mi muchacho guapo” y generalmente se pone en mis piernas para que lo acaricie y le diga lo lindo que es y cuánto lo quiero. Solo quien ha tenido una mascota y ha tenido una relación directa con ella, puede dar fe del lazo tan fuerte que se forma. Es indescriptible. El domingo pasado, además de ver a los chicos de la Fábrica de Sonrisas, también vi a una señora ya bastante adulta que llevaba a dos cocker que portaban un letrero colgado cada uno donde se leía: “tengo derecho a no ser tratado mal”. Me pareció que era una forma espléndida de adherirse a la causa de la protección de los animales. Hace años, antes de que Verdell llegara a mí, yo veía a los perros callejeros con desprecio. Hoy los veo con compasión. Son seres que necesitan de nosotros. Yo no concibo que mi querido Verdell pueda estar alguna vez en la calle solito, perdido y sin comida. Es un ser indefenso que me da afecto y es fiel. Esa mujer que les puso los letreros a sus mascotas llevó a cabo algo que otros hemos querido decir: los animales también merecen nuestro respeto. No es posible que seamos crueles con esos seres. Sin embargo vuelvo a decirlo: solo quienes hemos logrado tener un acercamiento con ellos podemos dar fe del afecto tan hermoso y sincero que ellos pueden brindar. Quizá no nací para ser padre, esposo o cualquier otra figura convencional, pero de algo sí estoy seguro: una de las causas por la que estoy aquí es para proteger a mi Verdell y cuidar de él mientras Dios le permita vivir y me de el privilegio de tenerlo. Si vos nunca has tenido una mascota, te insto a que intentés adoptar una. Es un gasto, sí. Es complicado a veces, sí. Pero la recompensa de afecto que recibís, es invaluable. Probá. No tenés nada qué perder y sí mucho qué ganar. Y como dice mi amigo Freddy: Auuuu!!!

lunes, 8 de octubre de 2012

Día 78: La fábrica de sonrisas... y esperanza...

Ayer me levanté un poco tarde y decidí ir a comprar unos strudel de manzana a una panadería que queda a unas cuadras de mi casa. Para llegar debo pasar por el parque Morazán. Uno de los parques más antiguos de la ciudad, bastante pequeño y que ahora está muy bien cuidado y hasta cercado. Cuando pasé alrededor de él, vi una escena que me conmovió y sobre todo me hizo un llamado a la conciencia. Había varios voluntarios de la “fábrica de sonrisas” paseando a niños con algún tipo de parálisis, los estaban asoleando y llevándolos entre los caminitos empujando las sillas de ruedas. Pero la escena que más me impresionó fue la de un jovencito con su nariz de payaso que estaba sentado en una banca de cemento. Con paciencia y evidente gusto le hablaba a un niño (que quizá tendría como máximo 10 años) y que parecía que sufría una severa parálisis. No pude evitar quedarme largo rato viéndolos. Ver a todos esos jóvenes que estaban dedicando tiempo a los niños que necesitaban compañía me conmovió. Me hizo preguntarme qué estoy haciendo por hacer de esta tierra un mejor lugar. Ellos estaban dando su parte y mientras tanto yo iba a comprar pan. No había comparación. Los muchachos de la “fabrica de sonrisas” estaban dando a los niños vida, traducida en tiempo. En otras ocasiones he dicho que los buenos momentos dan sentido a la vida. Hoy debo agregar que también los momentos en los que se da, se comparte le dan forma y plenitud a nuestra existencia. No estoy seguro de qué pasaban por la mente de ese muchacho que estaba sentado en la banca de cemento, lo cierto del caso es que estaba muy concentrado en lo que hacía y no reparó en mi presencia. Además con su lenguaje corporal y la expresión facial se veía que no lo hacía por obligación sino gustosamente. Yo he visto que mucha gente escribe hoy en día en sus muros de Facebook que se sienten aburridos o que no tienen nada qué hacer. Y sin embargo hay otra tanta gente que necesita tiempo y atención. Personas que posiblemente están en hospitales, centros de rehabilitación, en nuestras mismas casas. Cuando tenemos tiempo ocioso y decimos que estamos aburridos no cabe duda que expresamos que somos unos egoístas porque solo nos fijamos en el hecho de que no tenemos en qué distraernos cuando posiblemente tenemos salud, dinero, dónde vivir y hasta un perfil de Facebook. El hecho de tener tiempo de sobra es una bendición y a veces no lo apreciamos, ni compartimos. Luego de contemplar la escena que conté, me fui a la panadería y no se quitó de mi mente el hecho de que esos jovencitos estaban construyendo un mejor país sin necesidad de hacer ruido o manifestaciones donde se daña el derecho de locomoción de otros. Ellos estaban “haciendo patria”. No sé cuántos hombres y mujeres de diferentes edades hay involucrados en ese proyecto de esperanza llamado “Fabrica de Sonrisas”, sea como fuere son unos héroes. Ojalá conociera el nombre de cada uno para felicitarlos individualmente. Pero no es tan importante hacer eso porque su propio trabajo sé que les da gran satisfacción. Hoy reconozco que con su ejemplo esos muchachos me mostraron que mi país tiene esperanza. Que no todo está perdido en esta sociedad en la que cada día se oye de muertos y volencia, que Guatemala tiene mejores hijos. Ellos no solo dieron tiempo a los niños que estaban paseando. También fabricaron en mí una sonrisa. Gracias, muchachos. Por gente como ustedes, muchos otros no perdemos la fe en el ser humano. Y como dice mi amigo Freddy: auuu!!!

viernes, 5 de octubre de 2012

Día 77: La intrusa en mi casa.

Hace tres noches, antes de acostarme descubrí una intrusa en mi casa. Todo sucedió tan rápido que el susto que me llevé fue grande. Yo estaba quitándome la ropa del día y poniéndome más cómodo para irme a la cama. Puse mi ropa sucia en el cesto y de pronto cuando cerré el recipiente ella salió corriendo, como si fuera la dueña de la casa, tan campante y sin que yo supiera de dónde. Era una lagartija blanca como de unos 10 centímetros y corrió en la pared hasta la parta alta de mi closet. Inmediatamente vinieron a mi mente miles de posibilidades. ¿Qué pasaría si no estaba sola? ¿ y si había más en alguna parte? ¿invadirían la cama durante mi sueño? El punto es que les tengo temor a los reptiles y esa noche alejé la cama lo más posible de cualquier pared. Estuve casi en vela, cerraba los ojos y me dormía un rato e inmediatamente me despertaba para ver si la intrusa se aparecía. Al día siguiente no hubo señas de ella. Hoy en la mañana cuando entré al baño tuve un “avistamiento” y un “encuentro del tercer tipo” (me pregunto cuáles serán los encuentros de primer y de segundo tipo? –es solo un pensamiento suelto-) y ahí estaba ella, sobre la pared entre el lavamanos y el espejo. En ese momento mi primera reacción fue salir huyendo otra vez, pero ella al percibir mi sombra también comenzó a huir. Entonces me paré en el dintel de la puerta y me puse a reflexionar: ya van 3 días y aunque es una huésped que no invité, y es molesto pensar en ella, no me ha hecho nada (al menos que me haya dado cuenta). No sé desde cuando anda merodeando en mi casa, pero lo cierto del caso es que debo aprender a vivir con ella o sin ella. La vida, reflexioné más tarde, es así. Generalmente tenemos imprevistos que vienen a tambalear el orden y que provocan un caos total en nuestras vidas, pero tenemos que aprender a vivir con el cambio, con las contingencias, con los imprevistos, con las lagartijas!!! ¿Cuál es la lagartija que te asusta a vos? ¿Alguna decisión que debes tomar, o una persona que estás permitiendo que te afecte? Y es que al final de cuentas mientras yo estaba parado en el dintel viendo cómo aquel reptil huía de mi sombra me puse a pensar que ella me tenía tanto o igual miedo como el que yo le tenía. Además, su presencia me molestaba en la medida en la que yo le estaba dando importancia. La verdad es que no sé desde cuándo está en mi casa y es posible que sea desde hace varios días y yo había vivido tranquilamente. Ella me estaba afectando porque yo lo estaba permitiendo. Así como la felicidad es una decisión, el dejar que otros nos afecten también lo es. Al regresar esta tarde a mi casa me dirigí al baño a ver si la lagartija seguía ahí, pero no había rastros de ella. No sé si la volveré a ver. Lo que sí es cierto es que no permitiré que mis temores hagan que no duerma bien de nuevo. Vos tenés alguna lagartija en tu vida? Quizá te está aterrando y te afecta solo por qué vos se lo dejás… ¿por qué no probás enfrentar tu miedo y aceptar que esa “lagartija” va a estar ahí por más tiempo y que posiblemente ya estaba antes de que repararas en su presencia? En tus manos está el dejar que otras cosas u otras personas afecten tu vida. Y como dice mi amigo Freddy: auuuu!!!!

jueves, 27 de septiembre de 2012

Día 76: Mi conversación con Miguel...

Lo que atraemos a nosotros es lo que proyectamos. Así como pensamos, es como nos comportamos. Nuestra forma de pensar determina nuestro éxito en la vida. Estas son las conclusiones que saco de mi conversación con Miguel esta noche. Estuvimos hablando un poco de portugués, hablando de viajes y filosofando a cerca de la vida. No obstante aquellas ideas me quedaron muy claras. En un momento de la charla le conté sobre mi deseo de hacer de este proyecto de felicidad y plenitud algo más grande y que llegue a más personas. Él me decía que es un reto importante debido a que en nuestra sociedad estamos acostumbrados a no ser felices. Se nos ha enseñado que ser víctimas o el ocultar las emociones es lo correcto. Estuve más que de acuerdo con Miguel, pero justamente por eso, le decía, es tan importante que comencemos a pensar en la felicidad como una necesidad y un derecho individual y colectivo. Estamos tan acostumbrados a las desgracias personales y sociales que el pensar en ser felices aterra y, en casos extremos, hasta parece moralmente inaceptable. Miguel insistía en que más que la búsqueda de la felicidad deberíamos de trabajar en el cambio de mentalidad de nuestra gente. Le expliqué que me parecía que ambas situaciones eran complementarias y que no se excluían. Ahora bien, qué extraemos de todo esto? Sencillo. En nosotros mismos está la llave para tener una vida plena.  Si pensás que sos una víctima y un pobre, eso vas a ser siempre. Porque la forma en que pensás de vos mismo determina la forma en que vivís tu vida. Si todo el tiempo vivís repitiéndote que sos un perdedor, lo vas a ser. Por supuesto que no basta con pensar positivamente para que la vida cambie. Sería demasiado onírico creer eso. Hay que actuar y vivir consecuentemente. De hecho, le comenté a Miguel que descubrí algo que me pareció muy interesante mientras hacía una colección de frases célebres: todas las frases dichas por personajes de culturas anglosajonas son muy prácticas y aplicables a la cotidianidad, la gran mayoría de las frases dichas por latinoamericanos e ibéricos son filosóficas y abstractas. He ahí por qué los anglosajones nos llevan casi un milenio de delantera en el hecho de vivir la vida. Ellos han logrado enfocarse en el ahora y vivirlo. Nosotros seguimos haciendo conjeturas y mientras tanto se nos acaba la vida. No estoy siendo malinchista, es solo un dato curioso que descubrí. Siguiendo con la enseñanza aprendida de mi plática de esta noche con Miguel, conversábamos que el arte, la cultura y en general los momentos de relax son necesarios en cada persona para no apagar el ser humano que tenemos. Al final de la conversación, convinimos en que hay muchas cosas por hacer, y que necesariamente hay que actuar, ya no solo elucubrar. Yo ya estoy haciendo mi parte con este blog y con cambiar mi forma de pensar y actuar. ¿vos te apuntás a formar parte del cambio de mentalidad? La felicidad individual y colectiva es nuestro proyecto, ¿te animás a formar parte?  Si nos juntamos varias personas que trabajemos por felicidad seremos una fuerza positiva digna de ser tomada en cuenta y que impacte a la sociedad. Y como dice mi amigo Freddy: auuuu!!!!
Pdta. Ya pasé las 3 mil visitas al blog….

domingo, 23 de septiembre de 2012

Día 75: Estrés, enfermedad que se cura con tu decisión...

Hace tres días, mientras iba en el bus camino al trabajo escuché la conversación de dos señores que evidentemente eran del interior del país y afirmaban que lo más feo de la ciudad capital era la vida tan llena de preocupaciones. Ayer, estuve en la ciudad de Quetzaltenango y subí al tranvía para dar un tour guiado. La señora que iba narrando la historia de aquella magnífica metrópoli mencionó que a pesar de que Xela ha ido creciendo todavía no existe el estrés que hay en la capital. Esas dos afirmaciones similares, de diferentes personas y en diferentes circunstancias me confirmaron algo que siempre que he pensado: los capitalinos somos unos enfermos de estrés. Cuando vamos manejando dejamos ir nuestro automóvil contra cualquiera que se nos atraviese porque siempre andamos apurados. No comemos a las horas necesarias ni nos alimentamos con comida natural. Escuchamos en las noticias que cada poco hay asesinatos, secuestros, asaltos. Los manifestantes bloquean las calles u obstruyen el tráfico. Se dan miles de despidos. No hay cercanía, solo gente con celulares y redes sociales pero sin vida plena. Y entonces me pregunto: ¿será posible rescatar nuestras citadinas vidas? La respuesta es clara: Sí. No obstante, la solución no depende de programas gubernamentales o de grandes empresas, sino de cada persona, de cada conciencia, de cada individualidad. Cuando cada uno de nosotros nos animemos a hacer un cambio en nuestros hábitos alimenticios, sedentarios, afectivos, laborales y sociales, podremos hacer una “pandemia de felicidad” para revertir el estrés. Mientras cada uno de nosotros no tome la decisión de hacer un cambio real en su estilo de vida no podremos ver un cambio social. Cada sociedad está conformada por millones de individualidades. Cada una de esas células debe cambiar por sí sola, no puede esperar a que cambie el resto para mutar. El estrés que vivimos los capitalinos en ciudad de Guatemala se repite en muchas otras ciudades del mundo. A pesar del progreso económico, de la expansión de las telecomunicaciones, de las noticias en tiempo real, te la tecnología de punta, estamos cada vez más solos. Las relaciones familiares y amistosas se van perdiendo. El tiempo se pierde más en las redes sociales que socializando para crear redes verdaderas de personas. Hoy mismo que estuve en Xela todo el día, y que almorcé con 2 amigos lugareños noté la forma de comer de ellos, tan pausada, tan amena, tan despreocupada. En detalles como esos se nota la diferencia. A ellos no les ha llegado esta enfermedad citadina aún. No afirmo con esto que la parsimonia debe ser la regla de la felicidad, pero sí el tomarse las cosas con más tranquilidad, de tal manera que hasta las situaciones más simples como comer o platicar reflejen ese sosiego. Pero el estrés social solo baja cuando el estrés personal mengua. Y solo mengua como decisión de vida de cada quien. ¿Vos estás dispuesto a comenzar el cambio? ¿estás dispuesto a reconocer que estamos enfermos de estrés y que necesitamos variar nuestra vida antes de que sucumbamos? ¿estás dispuesto a pagar el precio de la felicidad? Esta existencia nuestra es corta, lo mejor es tomar decisiones y hacerlas realidad. Qué fabuloso sería que en unos años en lugar de que la gente del interior pensara que la capital es una jungla vieran en ella una tierra de oportunidades donde las personas vivimos plenamente. Y como dice mi amigo Freddy: auuuuu!!!!

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Día 74: A retomar los 11 pasos hacia la plenitud...

Durante las últimas entradas he compartido muchas experiencias sobre lo que he visto y me ha pasado, pero creo que es importante hacer un alto y hacer un repaso a los 11 pasos hacia la plenitud que me he propuesto, en vista de que estoy a solo 4 meses de cumplir un año con este proyecto. Aunque creo que pueden aplicarse a otras personas, es claro que como propone Gretchen Rubin, cada quien puede realizar su lista de acuerdo a su experiencia y vivencias. El primer paso es: “conseguir una brújula, marcar el norte a seguir y planificar el viaje”. Cuando escribí en varias entradas sobre ese primer paso mencioné que es necesario planificar lo que se quiere hacer, encontrar los “pro” y los “contra” y fijar una meta clara. Sin la meta clara es imposible hacer algo, porque sin objetivos claros no se puede avanzar. Planificar no significa gastar años, hay que lograr un equilibrio entre rapidez y conciencia para hacer un buen plan. El segundo paso es: “hacer el mapa y fijar las fechas”. Eso significa que hay que ver todas las posibilidades y ponerse metas en el tiempo también. Para hacer que las cosas suceden no se puede decir “a ver cuándo”, hay que decir la fecha y la hora si es posible. Solo así se logra un compromiso con vos mismo. El tercer paso es: “Las grandes distancias se recorren paso a paso”, y en su oportunidad expliqué que más que nada era un llamado a la paciencia. No podemos pretender que los grandes planes se hagan en corto tiempo porque los árboles grandes y robustos crecen paso a paso. En esta época en la que todo se quiere instantáneo hay que tener claro que la vida se construye ladrillo a ladrillo, no viene prefabricada. El cuarto paso es: “no basta soñar, hay que hacer que las cosas sucedan”. En ese paso expliqué que es bueno tener lindas y fabulosas expectativas en la vida, pero que ellas jamás van a suceder si no nos ponemos a trabajar en ellas, y justamente por eso es tan importante tener el plan y el mapa a seguir, porque si no, nos convertimos en personas sin visión, ciegos frente al futuro. El quinto paso es: “tener una fe que sustente”. Toda persona necesita creer. Sin fe es imposible hacer las cosas y aspirar a ir más allá. La fe debe ser tan poderosa que cuando las cosas marchan mal, tu fe te logre mantener en pie cuando otros caen. El paso seis es “ Demostrar afecto y disfrutar la magia de lo cotidiano”, esa era una invitación a dar amor a los que están cerca de nosotros y a demostrárselos y decírselos, un “te amo” en un momento que nadie lo espera tiene un efecto mágico. También era un llamado a darnos cuenta de que todo lo que tenemos, por muy cotidiano que sea es una bendición. En ese paso me quedé. En las próximas semanas y entradas desarrollaré los 5 pasos de los que aún no he escrito, y entre ellos seguiré escribiendo otras cosas y temas que creo importantes de compartir. El paso siete es “perdonar sinceramente. El paso ocho es:  “no tomarte tan en serio a vos mismo”. El paso nueve es: “no perder la capacidad de asombrarse”. El paso diez es “reir, enamorarse y vivir”, y el paso once es: “ser íntegro”. Espero poder desarrollar todo eso antes del 25 de diciembre , que es mi fecha límite, cuando cumpliré un año con este blog y cuando habrá un cambio en este proyecto. Habré concluido un ciclo e iniciaré otro. Espero que en ese nuevo desafío me acompañés y hagamos que cada instante de nuestras vidas valga la pena. Mientras tanto, como dice mi amigo Freddy: auuu!!!!

sábado, 15 de septiembre de 2012

Día 73: La vida, un paseo emocionante... corto...

Desde ayer estuve viendo más de mil fotografías que mi amigo Jorge López publicó en Facebook de hace varios años. En ellas pude observar a mucha gente que ya falleció y otros muchos de los que ya no supe nada. También me vi de jovencito. ¡Cuántos años han pasado de mediados de los 90´s para esta época!  Lo que me agradó es que he visto por medio de esas imágenes la evolución de mi propia vida y de la otros muchos amigos. Pero eso me hizo pensar en algo que leí ayer: “estoy haciendo realmente lo que me gusta?” En este momento de mi vida sí, y en aquel también. Son caminos diferentes pero complementarios. Lo que más me hizo reflexionar en esa pregunta fue la rapidez con la que pasa el tiempo. Al ver tantas fotos de la década de los noventas me doy cuenta de que he avanzado el camino pero que me hace mucho por recorrer. Y más aún, lo años van a paso acelerado. Me pregunto si en quince años podré ver las fotos de estos días y afirmar que he seguido avanzando y nunca evolucionando. Espero en Dios que sí. Ahora entiendo por qué mis mayores siempre decían que sus tiempos habían sido mejores. Yo pienso lo mismo ahora de los míos. Pero así será siempre para todos. La época que te toca vivir es la mejor. Y eso convierte a la vida en algo mágico. En los años que han pasado desde entonces hasta ahora me han tocado muchos momentos difíciles y otros tantos fabulosos. Cada situación es hoy un recuerdo y una experiencia. No sé si fue por lo emotivo que fue para mí ver todas esas fotos o qué pero lo cierto del caso es que ayer me puse a hablar con la pasante que por estos días me está ayudando en la oficina y le pregunté: la carrera de la que está a punto de graduarse realmente le gusta? Y ella comenzó a darme un montón de explicaciones. Le pedí que me respondiera un sí o un no. Volví a formular la misma pregunta, y otra vez se fue por las ramas. Le pedí nuevamente que se callara y le expliqué que la respuesta que buscaba era solo un “sí” o un “no”. Dije la pregunta otra vez y ella me respondió: No. Y comenzamos a hablar sobre el hecho de que todas las decisiones que tome ahora que es joven y que comience a estudiar en la universidad van a marcar el resto de su vida. Le expliqué que si quería una vida mejor que la llevan sus padres y ser una persona de éxito tendría que pagar el precio y eso significaba no ser necesariamente la chica más popular o la más de moda. Significaba quemarse las pestañas durante los próximos 6 o 7 años y ser responsable. Le conversé que la vida se pasa rápido. Que es  un viaje maravilloso pero apresurado. Le dije que en 20 años quería ver sus fotos y sentirse plena, debía construir en cada día de esos años. Lo que nos pasa hoy en día es el resultado de lo que hicimos en el pasado. SI llevamos una vida tranquila y próspera, seguramente algo hicimos muy bien en el camino. Si no nos va como quisiéramos, es posible que hayamos tomados malas decisiones y actuado mal. La vida es como subirse a una montaña rusa en Six Flags u otro parque de diversiones: hay subidas y bajadas. La adrenalina fluye. Es emocionante. Te acostumbras en el camino. Te sentís libre y pleno en las alturas. Da miedo cuando se viene hacia abajo. Termina pronto. Vos has visto las fotos de los últimos 5, 10 o 15 años de tu vida? Has evolucionado o involucionado? O peor aún, no te has movido? Es tiempo de planificar el resto de tu existencia. Y como dice mi amigo Freddy: auuu!!!

jueves, 13 de septiembre de 2012

Día 72: El respeto por otros es fundamental.

Hoy fui a un evento sobre outsourcing al que una querida amiga y ex jefa me invitó. Pude observar cómo los adultos actuamos en determinadas situaciones y ante diferentes personas. Lo que pude ver me aterró pero al mismo tiempo me dio una luz sobre el hecho de que es necesario marcar la diferencia siempre. Para comenzar, llegué un poco tarde porque no me interesaba escuchar las dos primeras charlas de la jornada sino la tercera y la cuarta. Cuando aparecí en el lugar estaba comenzando el receso de media mañana y comenzaron a servir el café y los panecitos. Creo que muchos de los que estábamos presentes éramos gerentes de recursos humanos o personas con cierto nivel jerárquico medio en las empresas que representaban, además de los personeros de las empresas de outsourcing que tenían varios stands. Me sorprendió que en la mesa donde me puse a tomar la merienda, saludé y de las 6 personas que había solo 2 me respondieron el saludo. Me puse a pensar cómo es posible que seamos todos profesionales de la gestión de personas y no le demos importancia a algo tan fundamental como el devolver un gesto educado y cortés. Luego me puse a conversar con una persona que estaba a mi lado y comencé a escuchar un poco de las  pláticas al otro lado de la mesa. Pude ver a tres señoras, quienes al parecer eran de diferentes empresas y se referían a los colaboradores de sus respectivas compañías como “los empleados”, en un tono hasta cierto punto arrogante. Cómo es posible que quienes tienen la suerte de tener puestos de gestión del talento hablen de las propias personas que son la razón de ser de sus actividades, con tanto desprecio y descaro. Luego de eso fui a escuchar las dos pláticas siguientes, mismas que en realidad no aportaban mucho pues eran muy limitadas. No obstante, me llamó la atención que un expositor mexicano dio a entender que no había que tomar en cuenta las diferencias culturales para gestionar personas. Hasta este momento no sé si lo dijo en serio o en broma, pero de cualquier forma me llamó la atención que un supuesto experto en Recursos Humanos negara que para gestionar integralmente a las personas hay que tomar en cuenta el contexto cultural y la realidad de la que vienen los individuos. Finalmente, en el almuerzo una colega abogada se sentó junto a mí y comenzó “a dar una cátedra sobre las relaciones laborales” en las que evidenciaba su total desconocimiento de la jurisprudencia y el marco legal aplicable a las relaciones de trabajo que como resultado del outsourcing se producen. Al final del almuerzo tenía suficiente y me marché a la oficina para aprovechar mejor el tiempo. No menciono todo esto porque crea que soy poseedor de verdades o que soy mejor que los que estaban en aquel lugar. Lo cierto del caso es que me quedé impresionado con los niveles de desconocimiento, arrogancia y desprecio a otros con los que nos podemos conducir cuando estamos en reuniones profesionales. Estoy convencido de que para alcanzar la plenitud y la felicidad no hay que tener máscaras ni ser arrogantes. Las relaciones se construyen sobre la base de la confianza, no sobre estereotipos, o sobre la dignidad de otros seres humanos. Creo que yo he cometido los mismos errores que hoy vi. Creo que me vi en un espejo y por eso mencioné que me aterré, como cuando Dorian Gray vió su retrato después de muchos años de tenerlo oculto en el desván. Lo importante es que me di cuenta, y aún más importante es el hecho de que debo hacer algo al respecto. Debo marcar la diferencia. Si vi cosas que no me parecieron bien y que reconozco que he hecho. Es mi alta obligación corregirlas y lejos de señalar o criticar, marcar la diferencia con mis actos. Soy un profesional de la gestión de personas, como mínimo, debo valorar y tratar con dignidad a las otras personas, tanto cuando las tengo enfrente como cuando hablo sobre ellas. Un elemento fundamental de mi propia felicidad se constituye por las relaciones y las que valen la pena solo se construyen sobre la base del respeto. Y como dice mi amigo Freddy: auuuu!!!!

domingo, 9 de septiembre de 2012

Día 71: Dormir lo suficiente... una acción que también importa....

A pesar de que parece obvio, uno de los consejos más acertados a cerca del desarrollo de la felicidad es la de “dormir suficientemente”. En general,  no ponemos mucha importancia a esa rutina que tenemos desde que nacemos y a lo reparadora que es. Cuando somos niños todavía mantenemos el buen hábito de recuperar fuerzas por medio del sueño. Recuerdo que en mi infancia los únicos 3 días en los que me dormía muy tarde eran el 25 de diciembre, el  1 de enero y el sábado santo en la madrugada. En el caso de los 2 primeros era porque acá en Guatemala tenemos la costumbre de esperar la noche del 24 de diciembre a que sea media noche para dar el abrazo de navidad y abrir los regalos. El 31 de ese mismo mes se repite el desvelo para esperar a que inicie el nuevo año y desearnos felicidad en familia para el año que comienza. Y finalmente, el viernes santo, como lo he compartido anteriormente, salíamos con mi abuelita a ver las procesiones más importantes de Guatemala y generalmente volvíamos a casa después de la medianoche ya cuando el sábado estaba iniciando. Fuera de esas fechas siempre dormía lo suficiente. Cuando comencé mi carrera de secundaria inicié con la mala costumbre de restarle horas al sueño por hacer las tareas que me dejaban, sobre todo en las clases de didáctica (me gradué de maestro). Cuando ya fui mayor de edad comencé a ir a fiestas, discotecas y en general a parrandear. Ya estaba pasándomela “muy alegre” y aunque mi cuerpo juvenil resistió innumerables desvelos, el cansancio llegaba tarde o temprano y el circulo vicioso de gastos y resaca, promesas de no volverlo a hacer y regresar el fin de semana siguiente se convirtieron en la rutina. Gracias a Dios rompí el círculo. Y no me refiero a que lamento haber vivido lo que me tocó. Porque todo lo que soy y pienso es el resultado de lo que ha pasado en mi existencia a lo largo de todos estos años. Luego, veinte meses antes de graduarme de la universidad robé tiempo al sueño también para dedicarme a leer todas las leyes posibles y aprenderme los esquemas de los procesos y las doctrinas más variadas de todas las ramas jurídicas. También hay que contar todas las noches de insomnio en las que me era imposible dormir por estar pensando en las angustias de dinero. Esos problemas financieros no eran producto del azar sino de mi mala administración. Al final de cuentas, e independientemente de las razones por las que he restado tiempo al hecho de dormir, al día siguiente la sensación de cansancio y de inquietud es mayor. En estos últimos tiempos he restado tiempo al descanso nocturno por estar en Facebook, escribiendo y leyendo. Hoy, sin embargo, me he despertado luego de haber dormido 8 horas placenteras. Me siento con mucho ánimo, no estoy cansando, tengo energía y lo más importante: me siento satisfecho. Algunas personas mal interpretan las palabras de la Madre Teresa de Calcuta quien dijo “no puedo parar de trabajar. Tendré toda una eternidad para descansar”. En esas palabras ella más bien se refería a no dejar de hacer cosas y ser ociosos. Se refería a hacer que las horas y los días cuenten. Pero ella, al igual que el resto de seres humanos, dormía. El acto mismo de dormir te hace recuperar fuerzas. Dormir lo suficiente, no demasiado ni muy poco, te devuelve el ánimo para enfrentar las jornadas. Es cierto que, como escribí al principio, parece muy obvio, pero es precisamente por eso que casi nadie pone importancia a esa acción que generalmente llevamos a cabo todos los días. Dormir lo suficiente también facilita tu propio camino a la felicidad. Una persona con energías y descansada, generalmente enfrenta sus jornadas con más entusiasmo. Y como dice mi amigo Freddy: auuuuu!!!!