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jueves, 27 de septiembre de 2012

Día 76: Mi conversación con Miguel...

Lo que atraemos a nosotros es lo que proyectamos. Así como pensamos, es como nos comportamos. Nuestra forma de pensar determina nuestro éxito en la vida. Estas son las conclusiones que saco de mi conversación con Miguel esta noche. Estuvimos hablando un poco de portugués, hablando de viajes y filosofando a cerca de la vida. No obstante aquellas ideas me quedaron muy claras. En un momento de la charla le conté sobre mi deseo de hacer de este proyecto de felicidad y plenitud algo más grande y que llegue a más personas. Él me decía que es un reto importante debido a que en nuestra sociedad estamos acostumbrados a no ser felices. Se nos ha enseñado que ser víctimas o el ocultar las emociones es lo correcto. Estuve más que de acuerdo con Miguel, pero justamente por eso, le decía, es tan importante que comencemos a pensar en la felicidad como una necesidad y un derecho individual y colectivo. Estamos tan acostumbrados a las desgracias personales y sociales que el pensar en ser felices aterra y, en casos extremos, hasta parece moralmente inaceptable. Miguel insistía en que más que la búsqueda de la felicidad deberíamos de trabajar en el cambio de mentalidad de nuestra gente. Le expliqué que me parecía que ambas situaciones eran complementarias y que no se excluían. Ahora bien, qué extraemos de todo esto? Sencillo. En nosotros mismos está la llave para tener una vida plena.  Si pensás que sos una víctima y un pobre, eso vas a ser siempre. Porque la forma en que pensás de vos mismo determina la forma en que vivís tu vida. Si todo el tiempo vivís repitiéndote que sos un perdedor, lo vas a ser. Por supuesto que no basta con pensar positivamente para que la vida cambie. Sería demasiado onírico creer eso. Hay que actuar y vivir consecuentemente. De hecho, le comenté a Miguel que descubrí algo que me pareció muy interesante mientras hacía una colección de frases célebres: todas las frases dichas por personajes de culturas anglosajonas son muy prácticas y aplicables a la cotidianidad, la gran mayoría de las frases dichas por latinoamericanos e ibéricos son filosóficas y abstractas. He ahí por qué los anglosajones nos llevan casi un milenio de delantera en el hecho de vivir la vida. Ellos han logrado enfocarse en el ahora y vivirlo. Nosotros seguimos haciendo conjeturas y mientras tanto se nos acaba la vida. No estoy siendo malinchista, es solo un dato curioso que descubrí. Siguiendo con la enseñanza aprendida de mi plática de esta noche con Miguel, conversábamos que el arte, la cultura y en general los momentos de relax son necesarios en cada persona para no apagar el ser humano que tenemos. Al final de la conversación, convinimos en que hay muchas cosas por hacer, y que necesariamente hay que actuar, ya no solo elucubrar. Yo ya estoy haciendo mi parte con este blog y con cambiar mi forma de pensar y actuar. ¿vos te apuntás a formar parte del cambio de mentalidad? La felicidad individual y colectiva es nuestro proyecto, ¿te animás a formar parte?  Si nos juntamos varias personas que trabajemos por felicidad seremos una fuerza positiva digna de ser tomada en cuenta y que impacte a la sociedad. Y como dice mi amigo Freddy: auuuu!!!!
Pdta. Ya pasé las 3 mil visitas al blog….

domingo, 23 de septiembre de 2012

Día 75: Estrés, enfermedad que se cura con tu decisión...

Hace tres días, mientras iba en el bus camino al trabajo escuché la conversación de dos señores que evidentemente eran del interior del país y afirmaban que lo más feo de la ciudad capital era la vida tan llena de preocupaciones. Ayer, estuve en la ciudad de Quetzaltenango y subí al tranvía para dar un tour guiado. La señora que iba narrando la historia de aquella magnífica metrópoli mencionó que a pesar de que Xela ha ido creciendo todavía no existe el estrés que hay en la capital. Esas dos afirmaciones similares, de diferentes personas y en diferentes circunstancias me confirmaron algo que siempre que he pensado: los capitalinos somos unos enfermos de estrés. Cuando vamos manejando dejamos ir nuestro automóvil contra cualquiera que se nos atraviese porque siempre andamos apurados. No comemos a las horas necesarias ni nos alimentamos con comida natural. Escuchamos en las noticias que cada poco hay asesinatos, secuestros, asaltos. Los manifestantes bloquean las calles u obstruyen el tráfico. Se dan miles de despidos. No hay cercanía, solo gente con celulares y redes sociales pero sin vida plena. Y entonces me pregunto: ¿será posible rescatar nuestras citadinas vidas? La respuesta es clara: Sí. No obstante, la solución no depende de programas gubernamentales o de grandes empresas, sino de cada persona, de cada conciencia, de cada individualidad. Cuando cada uno de nosotros nos animemos a hacer un cambio en nuestros hábitos alimenticios, sedentarios, afectivos, laborales y sociales, podremos hacer una “pandemia de felicidad” para revertir el estrés. Mientras cada uno de nosotros no tome la decisión de hacer un cambio real en su estilo de vida no podremos ver un cambio social. Cada sociedad está conformada por millones de individualidades. Cada una de esas células debe cambiar por sí sola, no puede esperar a que cambie el resto para mutar. El estrés que vivimos los capitalinos en ciudad de Guatemala se repite en muchas otras ciudades del mundo. A pesar del progreso económico, de la expansión de las telecomunicaciones, de las noticias en tiempo real, te la tecnología de punta, estamos cada vez más solos. Las relaciones familiares y amistosas se van perdiendo. El tiempo se pierde más en las redes sociales que socializando para crear redes verdaderas de personas. Hoy mismo que estuve en Xela todo el día, y que almorcé con 2 amigos lugareños noté la forma de comer de ellos, tan pausada, tan amena, tan despreocupada. En detalles como esos se nota la diferencia. A ellos no les ha llegado esta enfermedad citadina aún. No afirmo con esto que la parsimonia debe ser la regla de la felicidad, pero sí el tomarse las cosas con más tranquilidad, de tal manera que hasta las situaciones más simples como comer o platicar reflejen ese sosiego. Pero el estrés social solo baja cuando el estrés personal mengua. Y solo mengua como decisión de vida de cada quien. ¿Vos estás dispuesto a comenzar el cambio? ¿estás dispuesto a reconocer que estamos enfermos de estrés y que necesitamos variar nuestra vida antes de que sucumbamos? ¿estás dispuesto a pagar el precio de la felicidad? Esta existencia nuestra es corta, lo mejor es tomar decisiones y hacerlas realidad. Qué fabuloso sería que en unos años en lugar de que la gente del interior pensara que la capital es una jungla vieran en ella una tierra de oportunidades donde las personas vivimos plenamente. Y como dice mi amigo Freddy: auuuuu!!!!

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Día 74: A retomar los 11 pasos hacia la plenitud...

Durante las últimas entradas he compartido muchas experiencias sobre lo que he visto y me ha pasado, pero creo que es importante hacer un alto y hacer un repaso a los 11 pasos hacia la plenitud que me he propuesto, en vista de que estoy a solo 4 meses de cumplir un año con este proyecto. Aunque creo que pueden aplicarse a otras personas, es claro que como propone Gretchen Rubin, cada quien puede realizar su lista de acuerdo a su experiencia y vivencias. El primer paso es: “conseguir una brújula, marcar el norte a seguir y planificar el viaje”. Cuando escribí en varias entradas sobre ese primer paso mencioné que es necesario planificar lo que se quiere hacer, encontrar los “pro” y los “contra” y fijar una meta clara. Sin la meta clara es imposible hacer algo, porque sin objetivos claros no se puede avanzar. Planificar no significa gastar años, hay que lograr un equilibrio entre rapidez y conciencia para hacer un buen plan. El segundo paso es: “hacer el mapa y fijar las fechas”. Eso significa que hay que ver todas las posibilidades y ponerse metas en el tiempo también. Para hacer que las cosas suceden no se puede decir “a ver cuándo”, hay que decir la fecha y la hora si es posible. Solo así se logra un compromiso con vos mismo. El tercer paso es: “Las grandes distancias se recorren paso a paso”, y en su oportunidad expliqué que más que nada era un llamado a la paciencia. No podemos pretender que los grandes planes se hagan en corto tiempo porque los árboles grandes y robustos crecen paso a paso. En esta época en la que todo se quiere instantáneo hay que tener claro que la vida se construye ladrillo a ladrillo, no viene prefabricada. El cuarto paso es: “no basta soñar, hay que hacer que las cosas sucedan”. En ese paso expliqué que es bueno tener lindas y fabulosas expectativas en la vida, pero que ellas jamás van a suceder si no nos ponemos a trabajar en ellas, y justamente por eso es tan importante tener el plan y el mapa a seguir, porque si no, nos convertimos en personas sin visión, ciegos frente al futuro. El quinto paso es: “tener una fe que sustente”. Toda persona necesita creer. Sin fe es imposible hacer las cosas y aspirar a ir más allá. La fe debe ser tan poderosa que cuando las cosas marchan mal, tu fe te logre mantener en pie cuando otros caen. El paso seis es “ Demostrar afecto y disfrutar la magia de lo cotidiano”, esa era una invitación a dar amor a los que están cerca de nosotros y a demostrárselos y decírselos, un “te amo” en un momento que nadie lo espera tiene un efecto mágico. También era un llamado a darnos cuenta de que todo lo que tenemos, por muy cotidiano que sea es una bendición. En ese paso me quedé. En las próximas semanas y entradas desarrollaré los 5 pasos de los que aún no he escrito, y entre ellos seguiré escribiendo otras cosas y temas que creo importantes de compartir. El paso siete es “perdonar sinceramente. El paso ocho es:  “no tomarte tan en serio a vos mismo”. El paso nueve es: “no perder la capacidad de asombrarse”. El paso diez es “reir, enamorarse y vivir”, y el paso once es: “ser íntegro”. Espero poder desarrollar todo eso antes del 25 de diciembre , que es mi fecha límite, cuando cumpliré un año con este blog y cuando habrá un cambio en este proyecto. Habré concluido un ciclo e iniciaré otro. Espero que en ese nuevo desafío me acompañés y hagamos que cada instante de nuestras vidas valga la pena. Mientras tanto, como dice mi amigo Freddy: auuu!!!!

sábado, 15 de septiembre de 2012

Día 73: La vida, un paseo emocionante... corto...

Desde ayer estuve viendo más de mil fotografías que mi amigo Jorge López publicó en Facebook de hace varios años. En ellas pude observar a mucha gente que ya falleció y otros muchos de los que ya no supe nada. También me vi de jovencito. ¡Cuántos años han pasado de mediados de los 90´s para esta época!  Lo que me agradó es que he visto por medio de esas imágenes la evolución de mi propia vida y de la otros muchos amigos. Pero eso me hizo pensar en algo que leí ayer: “estoy haciendo realmente lo que me gusta?” En este momento de mi vida sí, y en aquel también. Son caminos diferentes pero complementarios. Lo que más me hizo reflexionar en esa pregunta fue la rapidez con la que pasa el tiempo. Al ver tantas fotos de la década de los noventas me doy cuenta de que he avanzado el camino pero que me hace mucho por recorrer. Y más aún, lo años van a paso acelerado. Me pregunto si en quince años podré ver las fotos de estos días y afirmar que he seguido avanzando y nunca evolucionando. Espero en Dios que sí. Ahora entiendo por qué mis mayores siempre decían que sus tiempos habían sido mejores. Yo pienso lo mismo ahora de los míos. Pero así será siempre para todos. La época que te toca vivir es la mejor. Y eso convierte a la vida en algo mágico. En los años que han pasado desde entonces hasta ahora me han tocado muchos momentos difíciles y otros tantos fabulosos. Cada situación es hoy un recuerdo y una experiencia. No sé si fue por lo emotivo que fue para mí ver todas esas fotos o qué pero lo cierto del caso es que ayer me puse a hablar con la pasante que por estos días me está ayudando en la oficina y le pregunté: la carrera de la que está a punto de graduarse realmente le gusta? Y ella comenzó a darme un montón de explicaciones. Le pedí que me respondiera un sí o un no. Volví a formular la misma pregunta, y otra vez se fue por las ramas. Le pedí nuevamente que se callara y le expliqué que la respuesta que buscaba era solo un “sí” o un “no”. Dije la pregunta otra vez y ella me respondió: No. Y comenzamos a hablar sobre el hecho de que todas las decisiones que tome ahora que es joven y que comience a estudiar en la universidad van a marcar el resto de su vida. Le expliqué que si quería una vida mejor que la llevan sus padres y ser una persona de éxito tendría que pagar el precio y eso significaba no ser necesariamente la chica más popular o la más de moda. Significaba quemarse las pestañas durante los próximos 6 o 7 años y ser responsable. Le conversé que la vida se pasa rápido. Que es  un viaje maravilloso pero apresurado. Le dije que en 20 años quería ver sus fotos y sentirse plena, debía construir en cada día de esos años. Lo que nos pasa hoy en día es el resultado de lo que hicimos en el pasado. SI llevamos una vida tranquila y próspera, seguramente algo hicimos muy bien en el camino. Si no nos va como quisiéramos, es posible que hayamos tomados malas decisiones y actuado mal. La vida es como subirse a una montaña rusa en Six Flags u otro parque de diversiones: hay subidas y bajadas. La adrenalina fluye. Es emocionante. Te acostumbras en el camino. Te sentís libre y pleno en las alturas. Da miedo cuando se viene hacia abajo. Termina pronto. Vos has visto las fotos de los últimos 5, 10 o 15 años de tu vida? Has evolucionado o involucionado? O peor aún, no te has movido? Es tiempo de planificar el resto de tu existencia. Y como dice mi amigo Freddy: auuu!!!

jueves, 13 de septiembre de 2012

Día 72: El respeto por otros es fundamental.

Hoy fui a un evento sobre outsourcing al que una querida amiga y ex jefa me invitó. Pude observar cómo los adultos actuamos en determinadas situaciones y ante diferentes personas. Lo que pude ver me aterró pero al mismo tiempo me dio una luz sobre el hecho de que es necesario marcar la diferencia siempre. Para comenzar, llegué un poco tarde porque no me interesaba escuchar las dos primeras charlas de la jornada sino la tercera y la cuarta. Cuando aparecí en el lugar estaba comenzando el receso de media mañana y comenzaron a servir el café y los panecitos. Creo que muchos de los que estábamos presentes éramos gerentes de recursos humanos o personas con cierto nivel jerárquico medio en las empresas que representaban, además de los personeros de las empresas de outsourcing que tenían varios stands. Me sorprendió que en la mesa donde me puse a tomar la merienda, saludé y de las 6 personas que había solo 2 me respondieron el saludo. Me puse a pensar cómo es posible que seamos todos profesionales de la gestión de personas y no le demos importancia a algo tan fundamental como el devolver un gesto educado y cortés. Luego me puse a conversar con una persona que estaba a mi lado y comencé a escuchar un poco de las  pláticas al otro lado de la mesa. Pude ver a tres señoras, quienes al parecer eran de diferentes empresas y se referían a los colaboradores de sus respectivas compañías como “los empleados”, en un tono hasta cierto punto arrogante. Cómo es posible que quienes tienen la suerte de tener puestos de gestión del talento hablen de las propias personas que son la razón de ser de sus actividades, con tanto desprecio y descaro. Luego de eso fui a escuchar las dos pláticas siguientes, mismas que en realidad no aportaban mucho pues eran muy limitadas. No obstante, me llamó la atención que un expositor mexicano dio a entender que no había que tomar en cuenta las diferencias culturales para gestionar personas. Hasta este momento no sé si lo dijo en serio o en broma, pero de cualquier forma me llamó la atención que un supuesto experto en Recursos Humanos negara que para gestionar integralmente a las personas hay que tomar en cuenta el contexto cultural y la realidad de la que vienen los individuos. Finalmente, en el almuerzo una colega abogada se sentó junto a mí y comenzó “a dar una cátedra sobre las relaciones laborales” en las que evidenciaba su total desconocimiento de la jurisprudencia y el marco legal aplicable a las relaciones de trabajo que como resultado del outsourcing se producen. Al final del almuerzo tenía suficiente y me marché a la oficina para aprovechar mejor el tiempo. No menciono todo esto porque crea que soy poseedor de verdades o que soy mejor que los que estaban en aquel lugar. Lo cierto del caso es que me quedé impresionado con los niveles de desconocimiento, arrogancia y desprecio a otros con los que nos podemos conducir cuando estamos en reuniones profesionales. Estoy convencido de que para alcanzar la plenitud y la felicidad no hay que tener máscaras ni ser arrogantes. Las relaciones se construyen sobre la base de la confianza, no sobre estereotipos, o sobre la dignidad de otros seres humanos. Creo que yo he cometido los mismos errores que hoy vi. Creo que me vi en un espejo y por eso mencioné que me aterré, como cuando Dorian Gray vió su retrato después de muchos años de tenerlo oculto en el desván. Lo importante es que me di cuenta, y aún más importante es el hecho de que debo hacer algo al respecto. Debo marcar la diferencia. Si vi cosas que no me parecieron bien y que reconozco que he hecho. Es mi alta obligación corregirlas y lejos de señalar o criticar, marcar la diferencia con mis actos. Soy un profesional de la gestión de personas, como mínimo, debo valorar y tratar con dignidad a las otras personas, tanto cuando las tengo enfrente como cuando hablo sobre ellas. Un elemento fundamental de mi propia felicidad se constituye por las relaciones y las que valen la pena solo se construyen sobre la base del respeto. Y como dice mi amigo Freddy: auuuu!!!!

domingo, 9 de septiembre de 2012

Día 71: Dormir lo suficiente... una acción que también importa....

A pesar de que parece obvio, uno de los consejos más acertados a cerca del desarrollo de la felicidad es la de “dormir suficientemente”. En general,  no ponemos mucha importancia a esa rutina que tenemos desde que nacemos y a lo reparadora que es. Cuando somos niños todavía mantenemos el buen hábito de recuperar fuerzas por medio del sueño. Recuerdo que en mi infancia los únicos 3 días en los que me dormía muy tarde eran el 25 de diciembre, el  1 de enero y el sábado santo en la madrugada. En el caso de los 2 primeros era porque acá en Guatemala tenemos la costumbre de esperar la noche del 24 de diciembre a que sea media noche para dar el abrazo de navidad y abrir los regalos. El 31 de ese mismo mes se repite el desvelo para esperar a que inicie el nuevo año y desearnos felicidad en familia para el año que comienza. Y finalmente, el viernes santo, como lo he compartido anteriormente, salíamos con mi abuelita a ver las procesiones más importantes de Guatemala y generalmente volvíamos a casa después de la medianoche ya cuando el sábado estaba iniciando. Fuera de esas fechas siempre dormía lo suficiente. Cuando comencé mi carrera de secundaria inicié con la mala costumbre de restarle horas al sueño por hacer las tareas que me dejaban, sobre todo en las clases de didáctica (me gradué de maestro). Cuando ya fui mayor de edad comencé a ir a fiestas, discotecas y en general a parrandear. Ya estaba pasándomela “muy alegre” y aunque mi cuerpo juvenil resistió innumerables desvelos, el cansancio llegaba tarde o temprano y el circulo vicioso de gastos y resaca, promesas de no volverlo a hacer y regresar el fin de semana siguiente se convirtieron en la rutina. Gracias a Dios rompí el círculo. Y no me refiero a que lamento haber vivido lo que me tocó. Porque todo lo que soy y pienso es el resultado de lo que ha pasado en mi existencia a lo largo de todos estos años. Luego, veinte meses antes de graduarme de la universidad robé tiempo al sueño también para dedicarme a leer todas las leyes posibles y aprenderme los esquemas de los procesos y las doctrinas más variadas de todas las ramas jurídicas. También hay que contar todas las noches de insomnio en las que me era imposible dormir por estar pensando en las angustias de dinero. Esos problemas financieros no eran producto del azar sino de mi mala administración. Al final de cuentas, e independientemente de las razones por las que he restado tiempo al hecho de dormir, al día siguiente la sensación de cansancio y de inquietud es mayor. En estos últimos tiempos he restado tiempo al descanso nocturno por estar en Facebook, escribiendo y leyendo. Hoy, sin embargo, me he despertado luego de haber dormido 8 horas placenteras. Me siento con mucho ánimo, no estoy cansando, tengo energía y lo más importante: me siento satisfecho. Algunas personas mal interpretan las palabras de la Madre Teresa de Calcuta quien dijo “no puedo parar de trabajar. Tendré toda una eternidad para descansar”. En esas palabras ella más bien se refería a no dejar de hacer cosas y ser ociosos. Se refería a hacer que las horas y los días cuenten. Pero ella, al igual que el resto de seres humanos, dormía. El acto mismo de dormir te hace recuperar fuerzas. Dormir lo suficiente, no demasiado ni muy poco, te devuelve el ánimo para enfrentar las jornadas. Es cierto que, como escribí al principio, parece muy obvio, pero es precisamente por eso que casi nadie pone importancia a esa acción que generalmente llevamos a cabo todos los días. Dormir lo suficiente también facilita tu propio camino a la felicidad. Una persona con energías y descansada, generalmente enfrenta sus jornadas con más entusiasmo. Y como dice mi amigo Freddy: auuuuu!!!!