Hoy pasé por un sitio donde suelo caminar todas las mañanas,
y en lugar de ver al vagabundo que siempre estaba recostado en la pared del
supermercado, vi un vaso con agua, una flor y una cartulina que decía “Los
restos de Jeremías (cabezón) estarán siendo velados hoy… y a las 3 de la tarde
sale el cortejo hacia el cementerio la Verbena”. Me quedé atónito. Ver cada día
a ese señor recostado en la calle se había convertido en una rutina. Nunca le
hablé. No sabía su nombre sino hasta hoy. El punto es que cada vez que lo veía
me recordaba que tenía ropa que ya no uso y que me hubiera gustado darle. Eso
nunca se dio. No obré bien, solo “quise” y eso no basta. Ignoro las razones y
las causas de la muerte de don Jeremías (es extraño que hasta ahora que ya no
vive, sepa su nombre y lo llame por él), lo cierto del caso es que su deceso me
hizo reflexionar más sobre los valores y especialmente en la trascendencia y la
integridad. Este blog inició como un proyecto personal de felicidad, escribir
en él cada cierto tiempo me ha dado mucha satisfacción, he podido compartir con
muchos mi percepción de la existencia. No obstante eso, creo que parte de la
felicidad y de la plenitud, también es reconocer lo que no está bien y contar
con el chance de corregir. Hoy que la noticia de la muerte de esta persona
desconocida y que veía a diario me sorprendió me permite preguntarme por qué no
actué según lo que pensaba. Por qué solo me quedé con la gana de darle la ropa
que ya no usaba y no lo hice. Por qué, a pesar de verlo todos los días, nunca
le dirigí la palabra. No son preguntas cargadas de remordimiento (y no sé si
eso es bueno) pero sí de una concienzuda reflexión sobre mi actuar y mi pensar.
Si estamos de acuerdo en que la integridad es actuar según se piensa, creo que
estoy fallando en ella y es tiempo de corregirlo. En muchas ocasiones he
afirmado que estoy de acuerdo con que el discurso más elocuente son las
acciones. Y sin lugar a dudas tengo que ser más congruente con esa creencia.
Por supuesto, también tengo la dicha de que todas las mañanas me encuentro a un
señor de edad muy avanzada barriendo la acera de un edificio público por donde también
paso en la mañana, y siempre le doy el saludo de “buenos días”. Esa acción, claramente no justifica que nunca
haya hablado a don Jeremías. Hago esta reflexión, no a manera de un “mea culpa”,
sino como un modo de conversar con vos y conmigo mismo sobre lo que hacemos a
diario y sobre cómo de un día para otro podemos ya no tener la oportunidad de
impactar positivamente en otros. La trascendencia de esta vida y su plenitud se
miden más allá de nuestra propia muerte. Nosotros seguimos viviendo en quienes
se quedan. Y la influencia que podemos ejercer en otros no se constituye por
grandes acontecimientos, sino por hechos pequeños que tienen gran significancia.
Hoy fue enterrado don Jeremías. Yo no fui al sepelio. Quizá él nunca notó mi
presencia cada mañana. Pero yo sí supe que él existió. Que estas líneas sean un
homenaje para un hombre que quizá no fue conocido nada más que por unos cuantos.
Sin duda alguna su ausencia hará que esa pared donde dormía ya no sea la misma.
Su presencia y su ausencia, me han hecho reflexionar. Si vos hacés conciencia
de la urgencia de impactar con integridad en los demás, seguro don Jeremías también
obró en vos, aunque no lo hayas conocido. En cierto modo, él no lo supo, pero
su vida nos enriqueció a nosotros, otros desconocidos. Que en paz descanse. Y
como dice mi amigo Freddy: auuuu!!!
Luego de leer los libros "Objetivo Felicidad" y "Pequeño Cerdo Capitalista" se me ocurrió que podría seguir el consejo de las autoras de esos libros (Gretchen Rubin y Sofía Macías, respectivamente) en relación a tomar la decisión de un proyecto personal, que también me gustaría compartir con vos y que pudiéramos crecer juntos para mejorar nuestras vidas. El objetivo de este blog es interactuar, y hacer de la plenitud: nuestro proyecto 2012.
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