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lunes, 19 de marzo de 2012

Día 42: Vivir según tus propias reglas (no siempre).

En “Las Memorias de Adriano”, la escritora Marguerite Yourcenar escribió que cada quien decide, vive y muere conforme a sus propias leyes. Y esa afirmación se aplica a todos los ámbitos de la vida. Hay quienes pintan su casa de una u otra forma o a veces ordenan o desordenan su propio espacio. La idea generalizada de que el vivir según las propias reglas es la mejor manera de vivir y ser feliz puede que no sea del todo acertada.  En alguna de sus reflexiones de “The Happines Project”,  Gretchen Rubin afirma que hay pequeñas cosas que pueden desviarte de tu propósito de alcanzar la plenitud. Muchas veces consideramos que la manera como nos conducimos por la vida y nos relacionamos con los demás es la más adecuada porque la mayoría de las veces nos ha funcionado, o aunque no nos haya funcionado decimos que es la forma en la que crecimos y nos formamos. Y entonces, comienzan los problemas. El pensamiento de que todos tienen que adaptarse a tu forma de ser o de pensar es un pensamiento egoísta. Ya en otras ocasiones he afirmado que el ser humano necesita de otros para desarrollarse y ser feliz. Justamente cuando queremos llevar una vida plena debemos aceptar que no siempre nuestras reglas son las más adecuadas o las que más aceptarán los demás.  Ahora bien, esto significa que ¿debemos dejarnos llevar por los demás y perder nuestra propia identidad? No, por supuesto que no. Lo que significa que es que hay que tener la suficiente madurez y apertura para aceptar que no siempre tendremos la razón o que en ocasiones encontraremos a otros que tienen mejores ideas o extraordinarias maneras de hacer las cosas. El ejemplo de los grandes líderes es excepcional. Ellos no siempre son los mejores en su campo, pero sí siempre son los mejores para asir a su círculo a los que sí son expertos. Traigo a colación esto, porque recientemente tuve una experiencia un tanto decepcionante. Resulta que un amigo al que le tengo mucho aprecio de la noche a la mañana dejó de hablarme. A las dos semanas me envió un mensaje de texto saludándome como si nada pasaba, y yo lo llamé para corresponder la gentileza de la comunicación. A la siguiente semana, nos encontramos y ni siquiera me saludó. Entonces recordé que me dijo en cierta ocasión que a él no  le gustaba ni esperar y atender a la gente, y que si los demás querían ser sus amigos tenían que llegar a él porque no estaba para rogar ni andar detrás de nadie. No estoy seguro si esa sea la mejor manera de pensar, pero si quiere conservar amistades creo que debería cambiar esa forma de pensar y de proceder. Esa es su propia ley, pero no necesariamente es la mejor. Probablemente, vos tenés tus propias reglas para estudiar, o para relacionarte con otros, o para tratar a tu familia, o para realizar tu trabajo, y quizá en esos u otros aspectos de tu vida no has logrado el nivel que deseas. Quizá sea porque tus reglas no son las mejores en lo que no te está funcionando. Una forma extraordinaria de cambiar tu presente y tu futuro es revisar tus propias reglas y cambiar las que solo sostienen tu orgullo. A veces la mejor manera de sobresalir es retractarse. Se necesita mucho valor para reconocer que se ha cometido un error. Es probable que sea tiempo de que examinemos nuestra forma de proceder y, si es necesario, corrijamos el rumbo, porque sería triste llegar a culminar nuestra existencia con nuestras propias reglas y sin plenitud. Y como dice mi amigo Freddy: auuuuu!!!

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