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martes, 31 de julio de 2012

Día 64: Números 220 y 284 = amistad.

En el libro “El Enigma de Fermat” de Simon Singh se hace referencia a la resolución del famoso enigma que desveló a los matemáticos durante más de 350 años, hasta que en 1995 el inglés Andrew Wiles se atrevió a dar una solución que más tarde incluso fue revisada. En los primeros capítulos de ese libro se hace un viaje fascinante por la historia de las matemáticas en la que se comprenden los porqués del actuar de los matemáticos y su explicación sucinta del mundo. Cuando se llega al francés Pierre Fermat se cuenta que no solo su enigma fue parte de su aportación a las ciencias de los números, sino que otras. Dentro de ellas cuenta sus estudios con los “números amistosos”, que son aquellas parejas de números en los que la suma de los divisores de uno equivale al otro y viceversa. Singh asegura que “los pitagóricos hicieron el extraordinario descubrimiento de que 220 y 284 son números amigos. Los divisores de 220 son 1, 2, 4, 5, 10, 11, 20, 22, 44, 55,  y 110 cuya suma es 284. Por otra parte, los divisores de 284 son 1, 2, 4, 71 y 142 y la suma de ellos es 220. Se dijo que el par 220 y 284 era un símbolo de amistad”. Leer todo esto me pareció casi una revelación porque en muchas ocasiones había escuchado y visto que varios matemáticos han dicho que todo se puede expresar numéricamente. El considerar que los sentimientos se puedan tamizar en la red numérica no me era lógico. Al final de cuentas con esto no estoy diciendo que nuestra existencia sea un conjunto de ecuaciones pero el concepto puro me encantó: hasta en los números hay amistad. Y ella se describe por la relación que tienen en sus elementos. Hay algunos elementos que son parecidos (1, 2, y 4) y el resto no lo son. Esto traducido a la amistad entendida como tal significa que no necesariamente todos los elementos de dos amigos deben ser iguales para complementarse y tener una excelente relación. De hecho la sabiduría popular reza que “los diferentes se complementan”. El 220 y el 284 nos muestran eso. Otra característica interesante es que los “números amistosos” son difíciles de encontrar, pero no inexistentes. Igual que la amistad verdadera. Adicionalmente. Hay una igualdad en la diferencia, porque no se parecen (a no ser que son números pares) pero la suma de todos sus divisores da como resultado el valor del otro. Es decir que a pesar de que sus divisores son diferentes siempre llegan a ser iguales que el otro. En la amistad buscamos generalmente a personas en las que encontramos puntos de coincidencia. Espejos en los que nos podemos ver. Anoche, un amigo me escribió por el chat del celular “recuerde que lo quiero mucho”. Viniendo de alguien que es muy frío como yo, me impresionó. Porque al final de cuentas ambos somos hasta cierto modo inexpresivos, pero sé que en el fondo somos meros sentimentales. Me gustó saberlo. Me gustó que lo dijera. Me gustó descubrir que a pesar de nuestras diferencias somos muy parecidos.  Estos 2 números me están enseñando mucho, y seguramente el último problema de Fermat y los otros principios matemáticos que estoy leyendo en el libro de Singh me enseñaran nuevas formas de entender la vida. Cada vez me sorprendo más. Cuando yo tenía veinte años (sin tener fundamentos) afirmé a un amigo que la poesía y las matemáticas seguramente se complementaban, no se excluían. Y que eran similares y exactas. Descubrir los arcanos y entender lo elemental de las matemáticas me están enseñando que quizá tenía razón y de que debo investigar más al respecto. Por lo pronto. Te invito a ser un 220 o un 284, y que a quien considerés tu amigo le busqués los puntos de coincidencia y de divergencia. Pero sobre todo que hagás saber que es importante para vos. Cuando decís cosas como esas, ocurren cosas maravillosas porque todos queremos saber que somos importantes y queridos por otros. A medida que vaya avanzando en mi conocimiento de los rudimentos matemáticos haré otras elucubraciones como estas. Mientras tanto como dice mi amigo Freddy: auuu!!!!

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