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domingo, 15 de abril de 2012

Día 48: Tener una fe que sustente (parte II)

El 14 de abril de 1912 se hundió el Titanic. Hace 100 años. Casualmente, ayer 14 de abril de 2012 fui a ver la película de 1997 que ahora estrenaron en Guatemala ya en 3D. Verla, y coincidir con la fecha me ha hecho reflexionar sobre la transcendencia. En mi entrada anterior mencioné que la fe es indispensable para que te sustente en los tiempos difíciles. De hecho me llama mucho la atención que en una escena de la película, cuando está por terminarse de hundir el barco, aparece un hombre recitando parte del salmo 23 y en otra, hay un cura que alrededor de algunas personas pronuncia un sermón de consuelo. Durante toda esta semana he estado con la sensación de que no completé la idea de mi primera entrada porque la fe no es solo un refugio, también es da razón de ser a las alegrías y los logros. Resulta que sí es cierto que en los momentos difíciles es más fácil para los creyentes sobrellevar la adversidad, pero también lo es que en los mejores y más felices momentos la fe debe estar presente por dos razones fundamentales. En primer lugar, la fe es como una planta, mientras más la cultivamos más crece. En segundo término, la fe nunca se divide, solo se multiplica, nunca resta solo suma. Con esta idea quiero decir que la fe ejercida en momentos de dificultad no es fe completa. De hecho, tener una fe que te sustente, se refiere también a los buenos momentos. Recuerdo que el 25 de abril de 2010 concluí uno de los sueños que más había albergado: me gradué de la universidad, y me convertí en el primer miembro de mi familia en ser profesional universitario. Mientras iba caminando al escenario donde se iba a realizar el acto de investidura, recuerdo que mis pensamientos se dirigieron a Dios, agradeciéndole la infinita bondad que tuvo al poner en mí el deseo de concluir lo que comencé, al facilitarme los medios económicos para solventar ese último y costoso tramo de la carrera, y por permitirme darles ese orgullo a mi madre, a mi tía, mis hermanos y mis amigos. En ese momento de mucha alegría, la fe me permitió reconocer que sin la ayuda de Dios jamás hubiera podido sustentar exitosamente mis exámenes privados ni concluir la tesis ni llegar a ese acto de investidura. Cuando mi sobrina nació, en agosto de 1996, recuerdo que también festejé el hecho con mi hermano. Cuando llamé por teléfono al hospital en la madrugada del 18 de agosto, y me informaron que había nacido una preciosa y colocha niña, di gracias a Dios y la dediqué a Él. Cuento esto solo por mencionar algunos eventos felices de mi vida. Ha habido muchísimos más donde he contemplado la mano de Dios. Creo, sin riesgo a equivocarme, que mantener viva esa fe en los buenos tiempos ha hecho que en los malos tiempos esa fe esté robusta. En la película de Titanic se puede notar que en una sola noche más de 1500 personas perdieron la vida. Ahí mismo se puede ver que nada construido por el hombre es indestructible. Ahí mismo se puede ver que el amor y la fe prevalecen. Si querés tener una vida plena, es indispensable que tu fe exista. Y quiero ser muy enfático en que no me refiero a religión. Esta última es una expresión humana, la fe es un don de Dios. Si unís tu fe con la religión, está bien, pero no significa que ser religioso necesariamente signifique ser un hombre o una mujer de fe. Finalmente, creo prudente repetir lo que el autor de la Epístola a los Hebreos dice a cerca de la fe: es la certeza de lo que no se ha visto. Y como dice mi amigo Freddy: auuuuu!

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