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lunes, 9 de abril de 2012

Día 47: Tener una fe que sustente (parte I)

El día de ayer muchas personas de la cristiandad celebraron el acontecimiento más importante de su fe: La Resurrección de Cristo. De hecho el apóstol Pablo en la Primera Epístola a los Corintios dice que “Si Cristo no resucitó… vana es la fe”. Yo me considero cristiano, pero eso no me hace perder de vista que hay muchísimas otras personas que profesan una fe distinta, y que son tan respetables como la mía. El quinto paso de la plenitud es “Tener una fe que te sustente”. En los momentos más difíciles (en la muerte de un familiar o amigo, cuando perdés el empleo, cuando no encontrás salidas) es cuando la fe se pone a prueba y te reconforta. Ya en otras entradas he compartido que mi confianza en Dios la debo principalmente a mi abuelita y mi tía. Aunque hace muchos años que no soy católico, recuerdo con mucho cariño cuando de pequeño mi tía me ponía a rezar todas las noches el rosario. Y también cuando mi abuelita y yo hacíamos la gira todos los miércoles a las iglesias de La Merced, Santa Clara, San Francisco y Las Misericordias. Desde muy temprano me enseñaron que Dios está presente siempre. Luego, en la adolescencia, gracias a mi amigo Luis, conocí  la esencia verdadera del Altísimo. No la figura del juez condenador, sino la del Padre amoroso que es justo y disciplina cuando es necesario. Una de las citas que más me han conmovido es la de 1 de Juan 4:8, “Dios es Amor”. Son solo 3 palabras, que encierran tanto. Luego leo el conmovedor capítulo 13 de 1 Corintios, donde Pablo desarrolla todo lo que es el amor y su prevalencia en la eternidad. Y me lleno aún más con la cita del capítulo 8 de la Epístola a los Romanos que establece que “ni lo alto, ni lo profundo, ni principados, ni potestades, ni ninguna cosa creada podrá separarme del amor de Dios”. Todas estas citas me fueron formando y fortaleciendo. Cuando murió mi abuelita, recuerdo que con lágrimas en los ojos di gracias a Dios por el privilegio de haberla tenido conmigo. No dejé de sentir dolor, pero la fe en Dios me reconfortó. En el año 2006, fui despedido de un trabajo en el que llevaba 7 años y en el que me sentía muy cómodo. Fue un golpe durísimo para mí, no solo por caer en cesantía, sino porque me angustiaba no cumplir con mis obligaciones con la familia. Recuerdo que durante los 2 meses que estuve desempleado, salía todas las mañanas a buscar trabajo. Luego de ir a dejar curricula a los lugares pertinentes estacionaba mi carro por el Instituto Centro América, en la zona 2 de la ciudad. Y ahí, atormentado, elevaba mi oración a Dios pidiéndole encontrar un empleo bueno para no dejar de proveer a mi familia. Cada domingo, la alfombra azul de la iglesia a la que asisto, se llenaba de mis lágrimas. Me sentía desolado. A pesar de eso, tenía la confianza en que Dios me sacaría adelante. Una mañana, un amigo me dice que hay un empleo para mí. Me recomienda con la Gerente General de ese lugar. Fui a entrevista un día jueves y el lunes siguiente ya estaba comenzando en el nuevo trabajo. En ese sitio crecí mucho, estuve por 3 años fabulosos. Aún hoy somos amigos con mi ex jefa. Estoy seguro de que Dios escuchó mi oración. Pero no solo por proveerme de un trabajo, sino porque en los meses que estuve cesante, a pesar de la amargura, encontraba refugio en Él, me reconfortaba, sentía consuelo. Quizá a muchos les parezca un tanto panfletero hablar de estas cosas, pero yo no creo que así sea. La fe, sea cual fuere, es necesaria para vivir. Incluso, Gretchen Rubin comenta que hay varios estudios que demuestran que las personas que tienen alguna creencia (sea de la religión que sea) viven más y tienen más plenitud. Seguiré compartiéndote otras experiencias en las que la fe me ha sustentado. Mientras tanto, solo te pregunto ¿cómo está tu confianza en El Creador? Y como dice mi amigo Freddy: auuuuu!

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