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lunes, 10 de diciembre de 2012

Día 90: No perder la capacidad de Asombrarme (2)

Los acertijos y los problemas me llaman mucho la atención aunque no soy precisamente una autoridad en eso ni mucho menos. Hoy, un compañero de trabajo se acercó a mi oficina y dibujó en la pizarra que tengo un problema que me pareció interesante. No es la primera vez que Alberto hace eso, pero este problema particularmente da la apariencia de ser muy sencillo, como las cosas más complejas, y aunque pasé algún tiempo tratando de resolverlo, no lo logré. Lo dejé ahí, tarde o temprano tendré que resolverlo, y si me desespero tendré que pedirle a Alberto que me enseñe la solución. Eso sucede en mi caso, esos juegos intelectuales son los que más me asombran y cuando finalmente encuentro la solución o me la dicen puede suceder que me ría tanto por lo fácil del asunto o me enoje conmigo mismo por no ser tan “lógico”. Creo que mientras siga viviendo (y espero que sean muchos años) habrá muchas situaciones como estas que me asombrarán. Cuando digo que para mantener un paso firme hacia la felicidad no hay que perder la capacidad de asombro quiero decir con otras palabras, mantener el niño que está dentro de nosotros. Recuerdo que hace muchos años vi la película “mi encuentro conmigo mismo” protagonizada por Bruce Willis, donde él se encuentra con su yo niño y pasa muchas aventuras con él porque en su adultez había tratado de olvidar el muchacho que fue y las limitaciones que tuvo. Al principio lo trató mal, pero conforme va transcurriendo la película llega a aceptarlo y a amarlo. De pronto, cuando se da eso, desaparece el niño, y finalmente logra aceptarse él mismo con su pasado, su presente y la posibilidad de su futuro. No perder esa capacidad de asombro es reconocer que no sabemos todo, que la vida y el mundo tienen muchas cosas qué darnos. Recuerdo que uno de los poemas que más me gustan de Marlon Francisco López lleva dentro de sus estrofas los siguientes versos: “adéntrate/ porque en tierra firme/ aún hay mucho por descubrir…” Estoy seguro que cualquier adulto que considere que ya no tiene nada qué aprender o que ya no encontrará nada que le asombre, es alguien que sin duda está respirando, pero seguro no está viviendo, porque la posibilidad de encontrar retos, nuevas formas de ver las cosas o de sorprenderse simplemente, le dan un maravilloso toque a la vida. En el caso del personaje de Bruce Willis en la película que mencioné, él era un exitoso empresario de la imagen que tenía todo a su favor: una excelente carrera, una intachable reputación, propiedades y tranquilidad, pero en el fondo no tenía plenitud a pesar de todo eso, porque había ocultado su pasado, porque se avergonzaba de sus orígenes. Pero al encontrarse cara a cara con quien fue, logró ver el mundo con los ojos de un niño, con inocencia, a veces con temor infundado, y otras con alegría ilógica. Pudo por un momento no tomarse tan en serio a sí mismo y pudo sentir el sabor de la vida como no lo había hecho antes. No digo que todo el tiempo debemos comportarnos como niños o que debemos ser ingenuos de por vida. Pero si afirmo que no siempre debemos ser serios o cuadrados. La vida ofrece tantas figuras geométricas que es un desperdicio quedarse dentro del cuadrado. Quizá hace mucho que no experimentamos la sensación que un paisaje da, o bien somos tan intelectuales que nos lo creemos. Hagamos la prueba de dejar un problema en la pizarra y pensemos en él. No tiene nada de malo no saber algo. Al contrario, es una oportunidad tremenda de aprender y de sorprender a otros. No dejés que la formalidad te robe momentos mágicos. La vida es corta, y al final de cuentas lo que más se atesora son los buenos momentos. Date un chance y reviví la capacidad de asombrarte como un niño. Sin duda tus ojos te enseñarán a ver desde otra perspectiva. Y como dice mi amigo Freddy: Auuuu!!!

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